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Cazan en Orense un corzo con unas rosetas fuera de lo normal

Padre e hijo y el gran corzo. © A. D.

Álvaro Doval Babarro tiene 23 años y es un apasionado de la caza mayor. El pasado 5 de julio vivió una de las jornadas más emocionantes de su vida, cuando consiguió su primer corzo en rececho, un ejemplar con unas destacadas rosetas que le llenó de orgullo.

El joven es natural de Orense y caza en el coto de Pereiro de Aguiar, donde hay una buena población de corzos. Su padre, que lleva muchos años practicando esta modalidad, le regaló en abril por su cumpleaños un rifle Bergara monotiro del calibre .308 Winchester, equipado con un visor Delta. Álvaro estaba deseando estrenarlo y aprovechó el celo del corzo para utilizar el precinto que habían adquirido en el citado acotado.

«Siempre voy con mi padre desde que era pequeño. Este año era el primero que iba a recechar los corzos. He cazado alguno en batida pero era el primero en rececho. Mi padre ya lleva muchos años cazando así. Estuvimos por la mañana en una zona y no vimos nada. Solo los rastros de un corzo pero no dimos con él», comienza relatando a Jara y Sedal el joven aficionado a la caza.

Por la tarde, padre e hijo intentaban de nuevo localizar al macho de la zona

Esa misma tarde padre e hijo se apostaron en una media ladera «con unas fincas limpias por debajo» para tratar de localizar algún ejemplar. «Gracias a un reclamo que tengo pudimos atraerlo», comenta sobre el gran macho de las instantáneas que nos ha enviado.

«Estuvimos como 35 minutos reclamando hasta que casi se hizo de noche, cuando ya lo vimos», detalla el joven.

Detalle de la cuerna del animal. © A. D.

El joven estrenó el rifle como había soñado

El joven cazador cuenta que el corzo se acercó al claro con cautela, siguiendo el sonido del reclamo. Cuando lo tuvo a tiro, apuntó con su rifle y apretó el gatillo confiado en que, esta vez sí, iba a poder estrenar el rifle que le había regalado Francisco, su padre.

El animal cayó al instante y ambos se acercaron para poder admirar el increíble resultado. Francisco y Ávaro se fundían en un abrazo. Pero no hubo tiempo para muchas fotos. La noche se le echaba encima y tenían que sacar el ejemplar de la zona para poder aprovechar su carne.

El joven sostiene el corzo nada más abatirlo. © A. D.

Un gran corzo en una jornada para el recuerdo

El animal era un macho con unas increíbles bases, muy perladas y de gran grosor que le daban un aspecto imponente. «Fue una sensación increíble, no me lo podía creer», ha comentado a Jara y Sedal.

El joven agradece a su progenitor todo lo que le ha enseñado y que compartieran juntos el emotivo momento.

Álvaro confiesa que le gusta mucho la caza mayor, sobre todo las batidas de jabalí, para las que tiene perros. Sin embargo, reconoce que el rececho del corzo le ha enganchado y que quiere seguir practicándolo.

Padre e hijo con otro corzo abatido tiempo después. © A. D.
       
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