La caza y la pesca son actividades que, aunque hoy en día estén muchas veces bajo el ignorante foco de la opinión pública, llevan siglos impregnando el ADN del ser humano. Es algo inherente a nosotros, incluso, una necesidad vital. El simple hecho de pisar el monte, llenar los pulmones con aire puro y estar en contacto permanente con la naturaleza nos hace libres.
Esta sensación de libertad alcanza su cota más alta en la historia que estás a punto de leer. El escenario seguro que no te lo esperas. Todo sucede en la cárcel de máxima seguridad de Nuuk, en Groenlandia. Esta es la isla más grande del planeta y presenta un índice de criminalidad que duplica al de Estados Unidos. Para colmo, solamente cuentan con 149 policías en todo el país. Esta prisión alberga a presos extremadamente violentos, muchos de los cuales, nativos de la zona, crecieron de la mano de los guardias que ahora los custodian.
Pues bien, gracias a la plataforma de entretenimiento Netflix y a la serie documental Inside the World´s Toughest Prisions (dentro de las prisiones más duras del mundo) presentada por Raphael Rowe hemos descubierto que en este centro penitenciario la caza tiene una importancia capital.
La caza forma parte de la cultura del pueblo groenlandés desde tiempo inmemorial y los parajes helados que se observan al otro lado de sus muros son un recordatorio constante. Para mantener a sus presos en contacto con su cultura y raíces, permite que, incluso los criminales de mayor riesgo, salgan a cazar.
Salir a cazar como método de reinserción
El preso debe ir siempre escoltado de cerca por dos guardias y su objetivo son las muchas focas que pueblan las gélidas costas de la isla. Es curioso comprobar como un hombre violento con pasado criminal, de repente, tiene acceso a un rifle de caza. Es la impactante forma que tiene el centro penitenciario de fortalecer los vínculos de las personas con su pasado cazador, siempre tomando las medidas de seguridad necesarias.
El escenario es sobrecogedor. Los impresionantes fiordos de Groenlandia son plató de rodaje para un rececho cargado de historia y tradición. Allí, la carne de foca es la más consumida en el país. Su poder calórico es ideal para proteger a la población del frío etremo que todo lo invade. Cada vez que un preso caza a una foca, es desollada en el momento y cada gramo de carne sirve de cena para los demás inquilinos de la prisión.
Pasado cazador
El preso protagonista de la cacería y condenado a ocho años por asesinato, confiesa que antes de entrar en la cárcel, era cazador y las focas eran su objetivo principal. Desde una embarcación, el equipo de caza comienza a otear el horizonte en busca de focas. «Es increíble que me permitan salir a navegar y a cazar de nuevo… Es una experiencia maravillosa». Tal y como asegura uno de los guardias que lo acompañan, se trata de una actividad encaminada a la reinserción social, para que los reclusos puedan vivir en comunidad cuando cumplan su pena.
La cacería terminó sin éxito pero eso no es lo más importante. La cuestión es descubrir como en uno de los lugares más inhóspitos y hostiles del planeta, utilizan a la caza como herramienta para devolver, aunque sea por unas horas, la libertad a hombres que lo han perdido todo.