El pescador pacense Jesús Carpio fue testigo ayer de una triste escena mientras paseaba con su perro por el Camino Viejo de San Vicente, en Badajoz. El joven se topó con un águila electrocutada que tenía entre sus garras a una paloma, que también yacía muerta bajo una torreta de la luz.
Carpio, que ha compartido las imágenes con Jara y Sedal, explica que se encontraba paseando con el can cuando se topó con la dantesca escena: «Lo primero que vie fue al águila, y cuando me acerqué me sorprendió que tenía una garra enganchada en el buche de la paloma que todavía estaba presionándola», explica Carpio, que es pescador. Su extremidad «se quedó agarrotada absolutamente», probablemente fruto de la electrocución.
Las torretas de la luz, un «cementerio de aves»
«Hay compañeros que me comentan que hechos de este tipo suelen pasar con frecuencia, pero yo no los he visto nunca, y mucho menos con una presa enganchada entre las garras de la rapaz», añade Carpio, que denuncia que este tipo de torretas «son un cementerio para las aves».
«Sé que sería muy costoso, pero se tendrían que proteger los cables con un cobertor de plástico o tendrían que estar más separados uno de otro», sigue reclamando este pescador pacense que se considera, ante todo, «un gran amante de la naturaleza».
Una posible solución a este problema
La solución a este tipo de accidentes que sufren especies protegidas y no protegidas como el águila imperial ibérica o águila perdicera la puso hace unos años la compañía de innovación 3M, un proyecto ya instalado en distintos puntos de la geografía española, como Zaragoza, Salamanca o Huelva (Parque Nacional de Doñana).
El sistema consiste en cubrir con un aislante los conductores aéreos dispuestos para distribuir energía eléctrica, sistemas de conexión a tierra en subestaciones eléctricas, pararrayos, etcétera, con lo que se evita la electrocución de aves. Este aislante tiene una gran resistencia al ozono y a los rayos UV. Así funciona.