El gamo (Dama dama) es una especie herbívora rumiante que forma parte de la familia de los cérvidos. Su introducción en España se produjo en el siglo XV y, a continuación, el equipo de Jara y Sedal te da todos los detalles destacados de este animal.

Es de tamaño intermedio. En el caso de los machos, llegan a alcanzar los 60-70 kilogramos y una altura a la cruz de 80 centímetros. Las hembras, de menor tamaño, se sitúan en torno a los 50 kilogramos y 70 centímetros de altura.

Presentan un pelaje variable en función de la época del año y edad. En los meses de verano nos encontraremos con adultos con colores rojizos salpicados de motas blanquecinas y una característica línea blanca flanqueada con otras negras en el lomo.

En los de invierno, en cambio, este pelaje muda a tonos más pardos perdiendo las motas. Una curiosidad es que podemos encontrar casos de gamos blancos, negros y con pelajes mezclados, aunque no es lo más habitual.

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En lo que respecta a las crías de gamo, durante sus primeros meses de vida tienen un color marrón salpicado con pintas blancas característico. Esto hace que pasen inadvertidas entre la vegetación frente a sus principales depredadores en su etapa más temprana mientras esperan la llegada de la madre para ser alimentados.

Su morfología

Entre los sexos hay una diferencia muy sencilla gracias al dimorfismo sexual y un mayor tamaño de los machos. Tienen dos cuernas durante gran parte del año en forma de pala aplanada acompañada de diferentes puntas. Tan solo están desprovistas de ellas entre los meses de abril y junio, momento en el que se produce de nuevo su formación protegida con un terciopelo del que más tarde se desprenderá frotándose en ramas y arbustos para dar paso a una nueva cuerna.

La ronca del gamo

A lo largo del mes de octubre se produce el celo de los gamos denominado ronca. Su nombre proviene del sonido de cortejo que producen los machos en forma de ronquido durante esta época y con el que acompañado de frecuentes carreras y luchas consiguen las mejores zonas de pasto para cubrir el mayor número de hembras posible.

Al cabo de unos 8 meses y con la llegada de la primavera, las hembras de gamo parirán una cría. Asimismo, la época de partos se produce durante el momento de más alimento y refugio para así garantizar un mayor éxito de natalidad frente a depredadores como el zorro.

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Sus costumbres

Algo destacado de los gamos es que son animales gregarios formando grupos, en ocasiones de gran tamaño, diferenciados por sexo. Lo habitual es que encontremos a los machos adultos separados del grupo de hembras, crías y machos jóvenes del año anterior. Será solo durante la época de la ronca para llevar a cabo la reproducción cuando se junten.

El hábitat y la distribución del gamo

De igual modo que hemos indicado anteriormente, el gamo es un animal introducido en España durante los últimos siglos. Antes de esto era muy común y ampliamente extendido por toda Europa, hasta que llegadas las glaciaciones su población quedo aislada a algunos puntos de la cuenca mediterránea oriental y Asia.

Dicha reintroducción hace que su distribución sea muy dispersa a lo largo del territorio español, encontrándose gran parte de la población en fincas privadas o lugares endémicos como el monte de El Pardo en Madrid, Riofrío en Segovia o Doñana.

En cuanto a cuáles son sus hábitats idóneos, estos son los bosques caducifolios de cierta humedad y dehesas donde abunde el pasto, fuente principal de alimentación.

Los recechos de gamo

Refiriéndonos a los recechos de gamo durante la ronca y la montería tradicional, estas son las dos principales modalidades cinegéticas que se llevan a cabo para cazar y controlar la población de esta especie en España.


Así ronca un imponente gamo durante su época de celo


A pesar de que cinegéticamente no goza del interés de otros animales como ciervos, corzos o cabras monteses, el gamo cada vez resulta más atractivo a los cazadores que ven en su inteligencia y la dificultad de su caza un reto al que enfrentarse.

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El gamo récord de España recién cazado. © Lucas Urquijo

Son estas prácticas las que garantizan un número adecuado de animales en las fincas privadas y entornos donde habita, evitando posibles enfermedades y problemas en la vegetación que pudieran derivar de un número excesivo de animales.