Por David Risco Pérez, Eduardo José García Vicente e Ismael Rey Casero (Neobéitar)
Para hacer frente a la situación de declive poblacional de la perdiz roja se están desarrollando hoy acciones de manejo encaminadas a favorecer su proliferación entre las que destaca especialmente la suplementación alimentaria, lo que genera cierto debate debido a su carácter artificial y a que mal ejecutada puede tener consecuencias negativas: aumento de depredación, alimentación de especies indeseables y transmisión de enfermedades.
Sin embargo, una red de comederos y bebederos ubicados dónde y cuándo se necesitan, en número adecuado y ofreciendo productos de calidad, puede mejorar notablemente las prestaciones de nuestro coto y, con ello, las probabilidades de que las poblaciones de menor fructifiquen en sitios donde, de lo contrario, sería imposible. No sólo eso. Además, la alimentación suplementaria nos permite incorporar a su dieta nutrientes que escasean en el medio natural o aditivos que ayudan a reducir el impacto de las enfermedades.
Una de las técnicas de alimentación suplementaria en desarrollo es la inclusión de proteína de insecto en la dieta de las perdices, la base de su alimentación en sus primeros meses de vida. Estos insectos les aportan todos los nutrientes que necesitan para pasar después, de adultos, a una dieta basada principalmente en un origen vegetal. De este modo, el aporte de alimentación suplementaria basada total o parcialmente en derivados de insectos haría que los pollos tuvieran acceso a un alimento que se asemeja más a lo que sería su alimentación natural, aportando un perfil nutritivo más ajustado a sus necesidades.
Beneficios demostrados
Según estudios recientes, el empleo de insectos –como el gusano de la harina, el grillo o la mosca soldado negra, entre otros– en suplementación animal mejora considerablemente diversos parámetros de carácter productivo, económico y fisiológico –se ha demostrado su efecto positivo en pequeños rumiantes, gallinas de puesta, pollos de engorde o codornices–. Algunos de los beneficios contrastados del aporte de proteína de insecto son el aumento de la tasa de crecimiento, la disminución del índice de conversión de alimento en peso corporal, el incremento de la puesta de huevos y de su peso y la mejora del sistema inmunitario.
También se ha demostrado en algunos de estos productos una clara función reguladora de la microbiota o capacidad antimicrobiana frente a patógenos de suma importancia, lo que redunda en su utilidad. Todos estos beneficios repercuten en una mejora de la capacidad de supervivencia de los animales, mejorando su estado sanitario y fomentando su desarrollo. Además, si lo comparamos con los alimentos tradicionales, los derivados de insectos son más sostenibles desde el punto de vista medioambiental, ya que para su desarrollo se emplean subproductos y un consumo de agua escaso.
Cómo darles su ración de nutrientes de insectos
Por una parte, este aditivo puede ser incluido en las fórmulas de los piensos que se emplean en los cotos para aportar alimento a las especies de caza, lo que favorecería un desarrollo más precoz de los pollos y una adaptación más rápida al medio, reduciendo las mortalidades provocadas por depredadores, enfermedades o circunstancias meteorológicas.
En aquellos territorios donde no se lleva a cabo este tipo de gestión se pueden explorar otras opciones para fomentar el consumo de insectos, como por ejemplo la creación de beetle banks en zonas localizadas entre los cultivos y que no son labradas, conservando una cubierta formada por vegetación herbácea y leñosa con un doble fin: permitir el crecimiento de insectos que además de servir de alimento pueden ser predadores de plagas –sobre todo escarabajos– para así evitar el uso de fitosanitarios y, a su vez, dar cobijo a las especies cinegéticas.
Por otra parte, la proteína de insecto es una clara candidata a incorporarse en los piensos de arranque de perdices que son utilizados en granjas cinegéticas que crían perdices para repoblar cotos de caza. Además de provocar un incremento en el crecimiento de los pollos a los derivados de insectos se les atribuyen otra serie de beneficios relacionados con sus características inmunomoduladoras y antimicrobianas, por lo que pueden suponer una herramienta clave para reducir las mortalidades en épocas críticas de su cría en granja como son las primeras semanas.
Un futuro a medio plazo
Los piensos formulados con proteína de insecto podrían ser utilizados actualmente en nuestras granjas y cotos de perdiz. De hecho, desde el año pasado la normativa europea contempla la utilización de estos aditivos en piensos destinados a avicultura, lo que demuestra que es una de las fuentes proteicas alternativas por las que se está apostando desde Europa. A pesar de ello, a día de hoy es complicado pensar en una utilización masiva de piensos fabricados con proteína de insecto, ya que la producción de esta materia prima es aún limitada y la mayoría de estos productos se destinan a otras actividades como por ejemplo la acuicultura.
No obstante, la existencia de evidencias científicas que demuestran sus beneficios, así como el aumentos de su producción que se prevé en un futuro muy inmediato, harán que pronto se convierta en una herramienta más que podamos incorporar a la gestión de nuestra perdiz roja para mejorar el estado de sus poblaciones.
Así fue el experimento
En el marco del proyecto ‘Valoración del uso de elementos innovadores en la alimentación de especies de caza menor’, financiado por la Federación Extremeña de Caza (FEDEXCAZA) y desarrollado por los investigadores de Neobéitar, se ha llevado a cabo una de las primeras experiencias de alimentación de perdices con proteína de insecto con el objetivo de comprobar la influencia de este aditivo, sobre los parámetros de crecimiento y desarrollo de las perdices de primera edad. Para esta prueba, realizada en granja, se crearon dos grupos de perdices que se diferenciaron en la alimentación recibida: uno de ellos fue alimentado con un pienso estándar, con base proteica vegetal, y el otro con pienso cuya base proteica principal era la proteína de insecto.
En el estudio se utilizaron un total de 78 pollos de un día de edad que, al llegar a la granja, fueron repartidos en los dos grupos de una manera aleatoria y que se mantuvieron en habitáculos separados según el grupo al que pertenecían durante toda la experiencia, que tuvo una duración total de 42 días. Durante este periodo de tiempo se realizaron tres muestreos (al inicio, a mitad y al final de la experiencia), recogiendo los datos referentes al peso y la longitud del tarso, lo que permitió calcular dos parámetros principales que se emplean para valorar el crecimiento y desarrollo: la ganancia media diaria de peso (GMD) y el índice de condición corporal.
Al finalizar el estudio pudimos comprobar cómo, tanto la GMD como el índice de condición corporal, fueron mayores en el grupo alimentado con proteína de insecto con respecto al grupo control. Las diferencias observadas en estos parámetros fueron más acusadas en los primeros 21 días de experiencia, en los cuales, los pollitos alimentados con proteína de insecto mostraron aproximadamente un 30% más de desarrollo que los pollitos del grupo control.
Estos resultados entran dentro de la lógica, ya que, aunque el insecto es un alimento importante para la perdiz durante toda su vida, si hay un periodo en el que su consumo es esencial es en sus primeros días de vida.