Miguel Ximénez de Embún descubrió la caza gracias a su abuelo, pero fue su tío Juan quien moldeó su aprendizaje. Con él recorrió los primeros cotos, cargó las primeras piezas y aprendió a leer el campo con paciencia y método. Aquellas enseñanzas, a las que sumó años de experiencia y dedicación, serían el germen del guía profesional que es hoy.
Tras una larga etapa en el sector financiero, una fusión empresarial le dio la señal definitiva para cambiar de rumbo y convertir su pasión en profesión. Desde entonces, su trabajo consiste en algo tan exigente como fascinante: acompañar a cazadores internacionales en busca de los jabalíes más imponentes del mundo.
P. ¿Por qué seleccionaste Turquía y Argentina para desarrollar tu actividad cinegética?
R. Porque permiten especializarse en el jabalí, que es lo que realmente me apasiona. Turquía tiene mucha población, hábitats diversos y una infraestructura muy sólida. Se puede cazar en batida o en rececho nocturno, y es donde están los grandes Attila. Argentina es otro escenario completamente distinto: un país inmenso, con densidades enormes y una variedad de especies impresionante. Allí cazamos siempre a rececho diurno, a caballo o en quad, y es habitual abatir varios animales en apenas unos días.
P. ¿Qué hace tan especiales a los jabalíes turcos?
R. Sus trofeos. La subespecie Sus scrofa attila es sencillamente descomunal. En el sur del país se parecen más a los nuestros, largos de colmillo. En el norte, en cambio, superan con facilidad los doscientos kilos y destacan por el ancho de sus colmillos, que puntúa muchísimo. Mi récord personal es de 142,67 CIC.
P. ¿Cómo han influido los térmicos y los nocturnos en los recechos?
R. Han transformado esta modalidad. Antes dependías de la luna y tirar dos jabalíes era un gran logro. Hoy lo normal son tres, cuatro o incluso cinco por noche. Mejoran la detección, la seguridad y reducen los errores. También ayudan a evitar encuentros no deseados, como osos, algo que en Turquía es más frecuente de lo que la gente cree. ¿El inconveniente? Que facilitan la caza y quizá restan parte del desafío, pero siempre que se usen con responsabilidad, aportan más ventajas que perjuicios.
P. ¿Qué diferencia los recechos nocturnos en Turquía de las batidas españolas?
R. En los recechos preparamos entre cuarenta y cincuenta comederos por cazador, de los que visitamos unos diez o quince cada noche. Si sabemos que entra un gran cochino, podemos intentar varias aproximaciones en la misma noche. Las batidas, en cambio, se hacen con grupos pequeños de ocho a doce cazadores y con tres o cuatro ojeos por día. Los tiraderos son muy largos y con buena visibilidad. Allí se usan pocos perros y muchos ojeadores, porque los cochinos salen fácilmente de sus encames. A veces combinamos batida y noche, aunque exige mucho esfuerzo físico.
P. ¿Qué implica cazar en áreas tan extensas como las de Turquía?
R. Turquía es casi una vez y media España y tiene mucha más superficie verde. Esto te permite rotar zonas y evitar la sobrecaza. El reto está en cubrirlas. En batida es fácil que las piaras escapen por zonas que no se han podido cerrar; en los recechos nocturnos se recorren muchísimos kilómetros en coche.
P. ¿Qué caracteriza al jabalí argentino?
R. El cimarrón costero es distinto al europeo. Más pequeño, más claro de pelo en algunos casos, y vive en zonas abiertas como pastizales y humedales. Sus colmillos son muy potentes, aunque las amoladeras son más pequeñas que las de nuestros jabalíes. En algunas regiones la densidad es tan alta que abatir diez machos buenos en un día es perfectamente posible. Además, se caza de día y puedes valorarlo antes de tirar.
P. ¿Qué diferencias culturales encuentras entre España, Turquía y Argentina?
R. España vive la caza con una tradición profunda y una auténtica devoción por el jabalí. Turquía enfoca esta caza hacia el visitante internacional, porque la religión musulmana impide manipular o consumir cerdo. En Argentina es una actividad turística importantísima, aunque todavía arrastra un problema serio de furtivismo.
P. ¿Cómo garantizáis que la caza sea ética y sostenible?
R. Cumplimos estrictamente la legislación local y empleamos métodos que aseguren una muerte rápida y sin sufrimiento. Solo cazamos machos adultos, nunca hembras ni animales jóvenes. Y siempre mostramos los trofeos en posiciones naturales, sin sangre, con respeto absoluto por el animal.
P. ¿Cómo afecta la alta densidad de jabalíes al entorno y a la agricultura?
R. Igual que en España: daños a cultivos, competencia con otras especies y presión sobre los ecosistemas. La caza controlada es una herramienta eficaz para regular poblaciones y proteger el entorno.
P. ¿Alguna experiencia especialmente peligrosa o inolvidable?
R. Una noche en el norte de Turquía, entre comedero y comedero, nos encontramos con una osa y dos oseznos. Al principio parecían alejarse tranquilas, pero de repente la madre se giró y cargó hacia nosotros. Corrimos hacia el coche como alma que lleva el diablo. Solo se detuvo cuando disparamos al aire. Es la única vez que he sentido un peligro real.
P. ¿Y la historia del cochino de tu vida?
R. Un macho enorme que nos ganó cuatro noches seguidas cogiendo el aire en el último instante. Tuvimos que cambiar la estrategia: acceder desde la carretera, subiendo un talud de grava mientras aprovechábamos el ruido de los coches para avanzar sin ser escuchados. Tardamos veinte minutos en llegar arriba. Esta vez teníamos el aire a favor. Allí estaba. Fue un lance tenso y emocionante que nunca olvidaré.
