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Este documental revela cómo se elaboraba el pan de pueblo en horno de leña en el siglo pasado

Una parte del documental. © YouTube

La gastronomía y la forma de elaborar algunos alimentos, a lo largo de los años, han ido cambiando durante la historia. Uno de los que, sin duda, son de los más habituales es el pan. En la antigüedad, algunos de ellos tan solo se hacían en ocasiones puntuales. Esto es justo lo que nos muestra uno de los documentales que Eugenio Monesma ha colgado en su canal de YouTube.

Concretamente, este trabajo audiovisual expone la manera en la que, en el siglo pasado, conseguían elaborar pan artesano. Tal y como expone, algunas familias de antaño hacían este alimento una única vez al año.

Sin embargo, en el caso de la protagonista, formada por Ezequiel y Catalina, continuaron con esta labor durante un largo tiempo. En Fuerteventura, en el año 1998, estos siguieron elaborándolo cada 15 días para su propio consumo y haciendo uso del horno de leña.

Un pan de antaño elaborado en 1998 en Fuerteventura

El primer paso es encender el horno y una buena forma de hacerlo es que «el aire tiene que venir a favor del fuego y entrar por la boca para sacar el humo por la chimenea». De este modo se podría mantener la temperatura apropiada. Si el aire no iba en dirección del fuego, la solución era echar más leña.

Al mismo tiempo, la mujer estaba en la casa del matrimonio preparando la masa para el pan. Esta se elaboraba con harina, sal marina, levadura y especias al gusto. A continuación, a dicha mezcla se le añadía agua para amasarla debidamente.


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«Antiguamente este pan se hacía todos los años una vez», cuenta Catalina. Por lo tanto, comerlo era una auténtica exclusividad puesto que, en Canarias, el alimento base siempre ha sido el gofio.

Cuando la masa estaba lista, se le daba forma a cada pieza de pan y se guardaban debajo de una tela hasta que llegaba el momento de meterlas en el horno, donde la masa fermentaba aumentando el volumen.

Por último, no sin antes retirar las brasas del horno, todas las piezas se introducían en él rápidamente para que no se enfríe y tan solo quedaba esperar a que llegaran a su punto justo de cocción.

       
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