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Cuatro cualidades que debes tener para ser un cazador todoterreno

Ilustración de una percha de un cazador todorreno: liebre, perdiz y paloma torcaz. @JyS

Por Antonio Castor Puerta

Una percha variada es una percha completa y redonda. Un cazador debe aprovechar cada oportunidad que le brinda el campo, pero para ello, para convertirse en un camaleón cinegético, hay que poner en juego algunas de nuestras habilidades y capacidades.

1. Capacidad de adaptación

El campo nos brinda oportunidades únicas… siempre que mantengamos la mente abierta y no nos obcequemos en cumplir el plan sino en adecuarnos, cual camaleón, al color de cada jornada. Recuerdo una apertura de la general en la que me empeciné en pintar mi percha de rojo perdiz mientras otros compañeros, tras localizar un bando descomunal de torcaces aterrizando sobre un encinar, decidieron con mejor criterio cambiar sus planes y aprovechar la ocasión que les propuso un día de paso fuera de lo común. Vaciaron las cananas, las cajas del macuto y los cajones de los coches.

Yo babeaba de envidia contemplando los brazados de torcaces que comparecieron a la ‘junta de carnes’. Aprendí la lección. Hoy no me duelen prendas en volver al coche, encerrar el perro y aprovisionarme para sacar partido a una de esas mañanas en las que de cada sabina arrancan un par de zorzales. Tampoco es la primera vez que yendo tras éstos, uno se calienta con un bando de perdices que se levanta camino del puesto y acaba la jornada reventado.

Un buen cazador es el que sabe interpretar el campo, adivinar querencias, prever los lances e intuir la oportunidad. Siempre vuelve con algo en el morral disfrutando de que la percha piezas, muchas o pocas, no son fruto del azar sino de su maestría y entendimiento. En cambio, suelen ser confundidos con el ‘chichero’, otra estirpe totalmente opuesta.

2. Mente abierta

¿Y qué se necesita para ser un verdadero todoterreno? Lo primero, como una mente abierta. A partir de ahí, la experiencia y la habilidad personal harán el resto. Así, uno aprenderá que en un día de frío intenso merece la pena darse una vueltecita por la solana porque perdices y liebres deben andar oreándose de las escarchas, o que es mejor regresar al coche siguiendo el curso del arroyuelo o asomar el flequillo a la charca porque de vez en cuando un par de azulones pueden despistarse.

Perdiz roja. @JyS

Ralentizaremos el paso y mandaremos a nuestro compañero que escudriñe bien estos chaparros, porque el suelo lo canta y debe de haber algún gazapete con ojos como platos soldado a su encame hasta que pasemos de largo clavando espuela, como los demás que esta mañana corrían alocados tras las perdices. O nos pararemos junto a los majanos un ratito con la esperanza de que la otra peña de cazadores que trae la mano por la rambla ojee alguno y le dé por venir a nuestros pies.

Nos detendremos a cavilar si la becada que nos ha burlado entre las coscojas estaba ahí por casualidad o pueden haber entrado y merezca la pena tejer un rato lo sucio. Sabremos también que una torcaz descarriada no es una señal fiable, pero que dos o tres seguidas cruzando el mismo collado puede ser preludio de una tirada inesperada.

3. Instinto cazador

Una corazonada nos mandará frenar en seco y dar un pequeño restregón con la bota en el suelo, pues algo nos dice que por allí hay una rabona con los nervios de punta dudando si arrancar o quedarse. O no, a lo mejor tenemos un par de bandos arrinconado y uno debe apretar el paso para cortarles la retirada y evitar que salgan del matadero. Todas estas disquisiciones son parte consustancial de la caza, del placer de cazar.

4. Un perro a medida

Un aficionado todoterreno, antes o después, dará también con ese auxiliar imprescindible e inolvidable al que lo mismo le da pelo que pluma, frío que calor. Primero tendremos que guiarle con paciencia y esmero. Paso a paso, irá tomando las riendas de nuestras jornadas llegando a anticiparse a nuestros pensamientos: registrará la mata antes de que nos dé tiempo a mandarlo, aguantará esperándonos antes de las asomadas, se orientará mejor que nosotros al localizar dónde ha caído la pieza y la portará con una boca dulce como el almíbar.

Un perro todotereno no atesora tan sólo buenos vientos: es ese compañero sabio e inteligente que combina unas buenas cualidades con una perfecta capacidad de aprendizaje.

       
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