Sergio García Montero tiene 20 años y el pasado sábado 18 de julio vivió uno de los momentos cinegéticos más emocionantes de su vida: consiguió cazar junto a su padre un excelente corzo con una cuerna de 30 centímetros de longitud.
Este joven de El Real de San Vicente (Toledo) pertenece al coto local en el que disponen de dos precintos de corzo que sortean entre los 60 socios que lo componen. Uno de los agraciados este año fue Valeriano García, su padre, pero según nos cuenta Sergio, le cedió a él la oportunidad de rececharlo: «Mi padre ya había cazado uno hace años, así que me dijo que quería que fuese yo quien esta vez lo intentara».
Una espera muy corta y un lance para el recuerdo
A pesar de que padre e hijo madrugaron este sábado y recorrieron la sierra del pueblo a primera hora para tratar de dar con algún duende, les fue imposible. Dos horas después de escudriñar el coto, sobre las 7:30 horas, decidieron «bajar a las praderas» y sentarse junto a una fuente. «Es un lugar fresco y querencioso para los corzos, pero no esperábamos que apareciese tan pronto el primero».
Sergio y Valeriano no llevaban sentados ni cinco minutos cuando un imponente macho se les plantaba delante comiendo tranquilamente «a unos cincuenta o sesenta metros». «El aire nos daba en la cara y el animal ni se enteró. Mi padre lo miró con los prismáticos y me dijo que era un macho», nos cuenta Sergio sobre el momento en que apuntó al descomunal animal con el rifle semiautomático en calibre .30-06 Springfield que un amigo le había dejado.
«Espera a que se pare», le indicó su padre para que no se precipitase. Poco después, el retroceso de la detonación provocó que Sergio no advirtiera que había acertado. «¡Enhorabuena!», gritó Valeriano fundiéndose en un abrazo con su hijo.
«El mejor trofeo es haberlo cazado con mi padre»
El preciso disparo de Sergio hizo que el corzo cayera sobre su sombra. Padre e hijo se acercaron al animal y fue entonces cuando realmente se dieron cuenta del gran trofeo que habían cazado: «No nos creíamos lo que estábamos viendo. Menudo aparato hemos cazado, le dije a mi padre».
El trofeo del animal, que tiene 30 centímetros de longitud en sus cuernas, llamó la atención de todo el pueblo: «Mandé una foto al grupo de WhatsApp del coto y cuando llegamos a la plaza había medio pueblo y todos diciéndome que parase para verlo», nos cuenta el joven cazador.
Sergio aún se muestra emocionado por teléfono y nos adelanta que lo va a naturalizar «de pecho». «Un corzo así no se caza todos los días. Además es el primero que consigo y encima junto a mi padre». Con un nudo en la garganta nos deja por último un testimonio que emociona: «El mejor trofeo es haberlo cazado con mi padre. Porque es el que me ha enseñado todo desde pequeño y el que me ha mostrado esta afición. Esos momentos no se olvidan nunca».