La berrea del ciervo es uno de los espectáculos más sobrecogedores que ofrece la naturaleza ibérica. Cada año, con la llegada de los primeros fríos y las lluvias de septiembre, las sierras y dehesas se llenan de bramidos que resuenan como un eco ancestral. Para quienes viven con pasión esta época, dominar el arte del reclamo se convierte en una herramienta decisiva, capaz de acercar al monarca del bosque hasta el lugar donde se juega la oportunidad de un encuentro irrepetible.
Aprender a reclamar no es un simple gesto instintivo, sino una disciplina que exige observación, paciencia y práctica. El rececho en berrea es una danza entre el sigilo del cazador y la astucia del macho, y conocer las claves puede transformar una espera en una experiencia inolvidable.
Localizar al ciervo objetivo
El primer paso para tener éxito en un rececho de berrea es identificar al macho que se desea abatir. Para ello, conviene buscar una posición elevada desde la que se domine el terreno y, sobre todo, afinar el oído. Muchas veces no es necesario verlo: basta con escuchar su bramido característico para situarlo con más o menos precisión.
La hora también es fundamental. Si el venado continúa berreando más allá de las nueve y media de la mañana, lo más probable es que ya se encuentre encamado. En ese caso, la paciencia es la mejor aliada: lo normal es que regrese a la misma zona en los días siguientes, siempre que nada lo haya perturbado.
Además, los vientos juegan un papel clave. Los ciervos se desplazan siempre contra el aire, de modo que si la corriente es favorable, el recechista podrá acortar distancias con sigilo. Incluso sin aproximarse demasiado, hay que tener presente que estos animales poseen un oído extraordinario y pueden detectar el menor ruido a gran distancia.
El arte de imitar a hembras y crías
Una de las técnicas más eficaces para atraer a los machos en celo es la imitación de sus hembras. Conviene iniciar la secuencia con el bramido de una cierva, ya sea proyectando la voz desde el diafragma o ayudándose de algún reclamo. Los sonidos deben ser sociales, carentes de notas de alarma, prolongándose durante medio minuto o un minuto.
Cuando se domina este registro, se puede añadir la imitación de las crías, con llamadas más cortas y rápidas. Esta combinación atrae la atención de las hembras y, en consecuencia, del macho que las acompaña. Es el momento de introducir la hembra. Hazlo con emoción. Se supone que estás en celo, así que ponle cariño.
El siguiente paso consiste en variar los tonos y el volumen, alargando los bramidos y aportándoles un matiz más nasal y agudo, como si la hembra estuviera cada vez más alterada. Con ello se logra despertar la curiosidad y la competencia de los grandes machos, que no tardarán en presentarse.
Monta jaleo en el monte
En plena berrea, el silencio deja de ser una obligación. El rececho con reclamo requiere en ocasiones hacer ruido para simular la presencia de un grupo de ciervas y de un macho dominante. Pisar ramas, mover piedras o incluso agitar la vegetación forma parte del ritual para convencer al venado de que se acerca a un lugar donde se disputa la supremacía.
Durante cinco o seis minutos se recomienda alternar las llamadas hacia diferentes direcciones: a un lado, al otro, hacia arriba y hacia atrás, creando una atmósfera sonora de agitación. Después de ese tiempo, lo mejor es detenerse y dejar que el monte vuelva a la calma. Esa pausa suele ser definitiva para que el ciervo objetivo se acerque, desbordado por la necesidad de defender su territorio y su harén.
