En el mundo de la caza mayor, el rececho es considerado por muchos como la modalidad más exigente y pura. Acechar al animal en su propio terreno, sin batidores ni apoyo externo, exige paciencia, conocimiento del campo y una gran capacidad de observación. Si a esa dificultad se le suma un protagonista tan esquivo y nocturno como el jabalí, el reto se multiplica.
Y es que recechar un jabalí no es tarea sencilla. A diferencia de otras especies como el corzo o el venado, que tienen hábitos más predecibles y se muestran más durante las horas de luz, el suido suele limitar su actividad a los bordes del día, al anochecer y al amanecer. Esto complica mucho su observación, pero no la imposibilita. Con las claves adecuadas, se puede lograr.
Aprovecha las mejores épocas del año
Aunque puede practicarse en cualquier época, el rececho del jabalí encuentra sus mejores momentos en primavera y verano. Las noches más cortas y las temperaturas suaves hacen que los animales se muevan algo más durante el día, lo que facilita su avistamiento. Además, es una época en la que los recursos alimenticios son más variados y localizables, lo que permite anticiparse a sus movimientos.
La orografía del terreno también influye enormemente. Mientras que en zonas de monte cerrado mediterráneo el contacto visual se complica por la vegetación espesa, en los barrancos del norte peninsular, donde se alternan los claros con laderas visibles, es más fácil detectar su presencia desde cierta distancia.
Conoce sus rutinas y zonas de paso
El éxito de un rececho de jabalí empieza por conocer a fondo el terreno. El animal suele moverse desde su encame hasta las zonas de alimentación siguiendo rutas bien definidas. Estos ‘careos’ son los lugares estratégicos donde conviene apostarse, siempre teniendo en cuenta que hay que llegar antes de que caiga la noche.
Las huellas, los carriles abiertos en la vegetación y los signos de hozaduras en la tierra son pistas inequívocas. El monte habla, y el cazador avezado sabe leer sus mensajes.
Observa su comportamiento en el celo
Diciembre es otro de los momentos clave para el rececho del jabalí. Durante el celo, los machos se vuelven más activos y visibles, siguiendo a las hembras con insistencia. Es una oportunidad excelente para localizar a un buen macareno, aunque no debemos perder de vista que a veces varias hembras atraen a más de un macho, lo que puede alterar sus patrones de movimiento.
En este contexto, interpretar bien los rastros es fundamental. La presencia de un animal viejo se puede deducir por el tamaño de la huella, la profundidad del paso y su comportamiento. Normalmente va solo o acompañado por un escudero, aunque no es una regla fija.
El momento del disparo, decisivo
El disparo es el punto culminante y también el más delicado. Los jabalíes apenas se detienen cuando caminan por sus senderos, lo que obliga a tener todo preparado de antemano. Un truco eficaz es lanzar un pequeño silbido o ruido seco que le haga parar brevemente. Pero hay que tenerlo ya en la mira, porque ese instante será fugaz.
En cuanto al calibre, cualquier arma adecuada para rececho de animales medios será válida, aunque conviene evitar los demasiado ligeros. Un .243 o inferior podría no ser suficiente para detener a un jabalí adulto en condiciones.
Un reto para verdaderos apasionados
Recechar un jabalí es, sin duda, una de las experiencias más exigentes y emocionantes de la caza mayor. Solo quienes dominan el terreno, conocen a fondo la especie y saben esperar el momento exacto lograrán hacerse con un buen ejemplar. No hay recetas mágicas, pero sí muchos detalles que marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso.
