Icono del sitio Revista Jara y Sedal

Becadas: cómo encontrar y dar caza a la dama del bosque

Perro con una becada tras un día de caza. ©Israel Hernández

Por Juan Arce (Ingeniero de montes)

La becada es un ave muy querenciosa. Le gusta acudir a los mismos sitios para resguardarse o comer. Conociendo este rasgo de su comportamiento, cuando hayamos encontrado una zona con becadas que se nos han ido –por fallar el tiro o porque nos pillaron desprevenidos– volveremos al mismo lugar una hora más tarde.

Nos acercaremos con cuidado, ya que al estar inquieta se levantará a la primera de cambio o correrá como si de una perdiz en el rastrojo se tratase para volverse a levantar fuera de tiro. Hay que tomar la referencia y entrarla despacio, de forma que cuando rompa a volar la veamos durante el mayor tiempo posible y así poder disparar con garantía de éxito.

Busca la becada en los lugares donde encuentra alimento

Un labrador tras cobrar una becada. © Israel Hernández

Para cazarlas nos puede servir cualquier perro de caza… siempre que esté educado para ello. Es decir, tendremos que haberle enseñado a olerlas, a no volverse loco cuando no las encuentra después de saltar encima de sus emanaciones, a cazarlas y a cobrarlas. Por tanto debe tratarse de perros muy entrenados, ya adultos e inasequibles al desaliento. Todas las razas son válidas para estos menesteres, pero la más empleada y la que mejor se adapta a los lugares donde se cobija la chocha es el setter inglés.

Se trata de un perro que nos marca muy bien dónde se encuentra una becada antes de ponerse de muestra, nos facilitará prepararnos para su salida inminente. Lo ideal es cazar con dos setter serenos, resistentes, con pasión por la caza, sin miedo a los pinchos y con olfato a prueba de escarcha y rocío helado.

Su dieta principal son las semillas y, sobre todo, los gusanos y las lombrices. Allí dónde haya lombrices habrá una sorda, que suelen abundar en aquellos terrenos donde pasta el ganado: basta con fijarse en los excrementos de vacas y caballos para descubrir los agujeros en forma de embudo que realizan buscando estos manjares. Eso sí, tendremos que descartar las zonas con sobrepastoreo, ya que preferirán zonas más tranquilas para sestear.

Un cazador sostiene dos becadas. © Israel Hernández

Guíate por el termómetro

Después de cruzar media Europa en busca de un mejor clima eligen zonas cálidas para asentarse. En esos días fríos de invierno estarán allá donde reciban los primeros rayos de sol, pero siempre a buen resguardo del viento para que no se le ‘muevan’ las plumas y no despertar un rastro de olor que las ponga en evidencia ante sus muchos depredadores. En cambio, en jornadas menos frías será preferible buscarlas a orillas de los arroyos, ríos y cauces de agua con vegetación abundante en las orillas; ahora bien, si la vegetación le impide andar por debajo con total libertad será complicado que elija estos lugares.

Despista el instinto de la chocha perdiz

Teniendo en cuenta que en invierno el suelo amanece cubierto de escarcha y hielo, elegirá aquellos lugares que antes se descongelen o estén húmedos para clavar su pico en busca de su sustento. Por tanto buscaremos aquellas zonas de solana o elevadas sobre el terreno a las que el sol llega antes. Al tratarse, como hemos dicho, de un ave muy querenciosa, día tras día acudirá a los mismos lugares a encontrar los primeros picoteos. Por último, si la zona ha sufrido un incendio recientemente, búscalas allí: habrá madera en putrefacción que albergará abundantes gusanos que harán las delicias de las becadas.

Su morfología está configurada para pasar desapercibida y detectar el peligro. Su plumaje parduzco la camufla perfectamente en el suelo y sus dos grandes ojos negros están situados muy atrás, en los laterales de la cabeza, lo que le facilita una visión de 360 grados: verá a nuestro perro mucho antes de que éste dé con ella.

Cuando lleguemos donde está parado apuntando con el hocico hacia su posición del ave, mimetizada en el terreno, ya no la veremos: habrá huido apeonando cubriéndose con los matorrales. En estas situaciones podemos recurrir a la treta de llevar en los bolsillos alguna piedrecita y lanzarla al lugar al que apunta nuestro perro: la despistaremos y lo más habitual es que salga, en general, volando en vertical. El tiro es bastante fácil.

       
Salir de la versión móvil