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Cazando con los inuits de Groenlandia: una experiencia increíble

Este año me decidí ha cumplir un sueño. Por fin iba a cazar con la tribu nativa del Círculo Ártico, los Inuits. Llevaba años completamente fascinado por ellos, por cómo son capaces de autoabastecerse, soportando un clima bajo cero. La pregunta era clara: ¿sería capaz de soportar esos extremos?
2/6/2019 | Simon k. Barr

Simon durante la expedición. / Tweed Media

Desde que era pequeño he ido aprendiendo, gracias a las paginas amarillas de National Geographic, que las diferentes culturas y civilizaciones han tenido la necesidad de cazar para desarrollarse. Y esa idea me cautivó desde el principio. A día de hoy, y habiéndome convertido en un cazador viajero, he tenido la fortuna de convivir con algunas de estas culturas antiguas y experimentar y compartir sus habilidades en primera persona. Mi safari polar empezó en Kangerlussuaq. Su significado es Gran Fiordo. Se trata de un asentamiento de 530 personas en Groenlandia occidental, una ciudad grande para la isla. Situado en el borde exterior de la capa de hielo de Groenlandia, que cubre el 80% del territorio del país y es el segundo mayor bloque de hielo en el mundo después de la Antártida, Kangerlussuaq era una base aérea estadounidense fundada en 1941. La base se cerró el año 1992 con la amenaza del fin de la Guerra Fría. 

Un clima extremo


Mi primer contacto con el aire frío de Groenlandia fue literalmente impresionante. El interior de mi nariz se congeló en cuanto me expuse al gélido viento. Era evidente que mi abrigo y las botas de piel de kudu que llevaba no iban a resistir los -25 grados de temperatura y los cambié rápidamente por un forro polar y unas botas Sorel fabricadas para estos menesteres.
Después de aterrizar, conocí a mi guía Karsten Lings, el primer cazador profesional y guía de este área de Groenlandia. Nos alejábamos del pequeño y rudimentario aeropuerto e íbamos pasando cerca de algunas casas de madera cubiertas con pieles de foca realmente curiosas y bonitas. Como el camino era largo a través de esta carretera de grava, pude escuchar las historias de Karsten sobre un oso polar que visitó el pueblo hace un par de años y que les puso en dificultades. El alojamiento era básico pero acogedor. Una cabaña con una estufa de leña y sin electricidad, ubicada en el borde del espectacular fiordo.

Pistoletazo de salida

Mi primer día de caza comenzó con una vista soleada del fiordo. Después de desayunar me subí a la moto, detrás de Jan Pedersen, uno de los guías de Karsten. Nuestra primera expedición sería viajar al fiordo con la escopeta a por la liebre ártica.  .Tuve que poner mi confianza en la destreza del piloto y tratar de eliminar de mi cabeza esas cinematográficas imágenes de personas que caen al vacío, engullidas por las fracturas en el hielo. En poco tiempo una preocupación mayor me invadió. Mi ropa técnica no era rival para el frío. Una bata de piel de foca y una capucha de pieles de perro de trineo fue la solución más lógica para solventar el desafío. Vimos el primero de nuestros objetivos en un pequeño barranco. El blanco brillante de la liebre ártica era prácticamente imperceptible contra el fondo nevado. El rececho con escopeta es algo complicado de ejecutar. El lance sobre esta curiosa raza de liebre en las paredes rocosas es espectacular y un excelente comienzo de mi viaje. Ya tenía mi liebre polar en el zurrón.
Después de dos horas de regreso en trineo, Jan sugirió un par de horas de pesca tradicional Inuit de hielo con líneas de mano y anzuelos con señuelos de goma. Acepté encantado y cortamos un profundo un agujero de  un metro en el hielo con una lanza de metal afilada. Los peces de agua fría tenían hambre; pronto teníamos unos 12 bacalaos del Ártico, cebo ideal para el zorro. 

En busca de la raposa blanca


El segundo día nos llevó de nuevo al hielo pero esta vez, con el zorro ártico en el punto de mira. Es un cánido nativo de las regiones árticas y se ha adaptado bien a vivir en entornos fríos. Tienen pelaje espeso, una buena cantidad de grasa corporal y un sistema de intercambio de calor en la circulación dentro de sus patas que le ayuda a mantener la temperatura corporal. Miden 85 centímetro de longitud y se alimenta de los pequeños animales que pueden encontrar. También come  carroña, bayas, algas marinas y ese día le esperaba bacalao. Para la gente de la zona, el zorro es una fuente tanto de piel y carne como de ingresos para la comunidad.Cerca del cebadero vimos un destello blanco en el hielo, perturbado por el ruido del motor. La moto de nieve se deslizó en punto muerto, derrapó y apoyé el guardamanos del rifle en ella como si fuera un bípode. Me acosté en el hielo y realicé un tiro seguro con el 6.5×55 a más de 200 metros. El zorro cayó inmóvil. Sorprendentemente, otro, esta vez con una capa marrón, apareció en el borde del fiordo. Estaba un poco más lejos que el anterior pero volví a disparar, sin variar mi posición y logre hacer un doblete extraordinario. Los zorros son adversarios astutos y huidizos y hacer un doblete con animales de distinto pelaje no se consigue todos los días. 
Me desperté temprano en el tercer día, lleno de emoción por comenzar a cazar al modo Inuit tradicional. Por fin, nuestro objetivo era el muskox. Una criatura enorme y preciosa a la que yo llamo el búfalo de las nieves. El cielo estaba nublado lo que producía un aumento notable de la temperatura. Esto era una bendición ya que a la hora de hacer el largo viaje a través del fiordo congelado, el trayecto era menos doloroso. 
Poco se agita en Groenlandia. Es un país tranquilo. Cuando la moto de nieve se detuvo, el único sonido que podía oír era el hielo derritiéndose en el tubo de escape caliente como la grasa de una salchicha en una barbacoa. Me maravillé en la inmensidad de los paisajes, es una parte muy remota del mundo. El frío es tremendo. Después de un rato caminando empiezas a sudar y puedes llegar a enfriarte en cuestión de segundos. El simple gesto de quitarse el guante para limpiar el objetivo de la cámara hacía que los dedos se paralizaran y estuvieran cerca de la congelación. 

Tras la huella del gran buey

Con la moto de nieve descargada, empezamos nuestra larga caminata en la tundra en busca de estos magníficos animales de aspecto prehistórico. El muskox no es de las criaturas más difíciles de cazar, pero las condiciones son brutales, por lo que es un magnífico reto deportivo. No hay árboles en la tundra, ni en Groenlandia y las bestias por lo general tienen ventaja sobre los cazadores al estar ubicados en las zonas más elevadas. La planificación de una ruta a favor del viento era la única manera de ser más astuto que ellos. Si nos ven o nos huelen rápidamente pondrán tierra de por medio.
Después de un ascenso dedicado conseguimos acercarnos a un grupo de tres animales, a unos 100 metros de distancia. Esto era lo que yo andaba buscando y lo ideal para disparar con las miras abiertas de mi Rigby. Me levanté, apunté a uno de ellos y disparé. No vi ninguna reacción especial en la bestia por lo que hice un segundo disparo de seguridad. El macho maduro corrió unos metros y cayó. La satisfacción fue inmensa. Por suerte, nos las arreglamos para acercar la moto de nieve al animal y pudimos llevar la pieza completa a las cercanías del campamento.

Un adiós de película

Con el buey almizclero desollado y cazado de manera eficiente nos invadió la noche. El cansancio y las ganas de descansar eran más que evidentes. Estaba cerca de la cabaña, con comida caliente esperándome para poner punto y final a esta aventura pero aún me quedaba una tarea pendiente antes de regresar al Reino Unido. Para evitar que toda la choza apestase a carne en mal estado, me senté fuera usando la luz de mi frontal para preparar la piel de los dos zorros árticos con el fin de llevárselas a los curtidores. Mientras desollaba minuciosamente la zona de las patas con el bisturí mire al cielo. La visión era impresionante. Remolinos de colores por el firmamento como si se tratara de un mapa de isobaras de lo que podemos ver en las predicciones meteorológicas por televisión. Miles de tonos verdes se levantaron como la niebla de la mañana, moviéndose y bailando de un lado a otro. Después de unos días de aventura constante, logré abatir todos los animales que tenía en mente y además, tuve la suerte de contemplar una buena muestra de las ‘Luces del Norte’ o Aurora Boreal, que no es en absoluto sencillo. La caza en Groenlandia en condiciones tan implacables es una aventura única y que yo recomendaría a todo aquel que busque retos y vivencias únicas. Si tienes la suerte de cazar junto a Karsten y su equipo podrás comprobar en primera persona la vida de los Inuits y como están adaptados a este clima tan extremo. Sin duda un viaje increíble. 

       
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