El joven cazador Esteban Aliaga Martín ha narrado a Jara y Sedal el apasionante lance que vivió el pasado sábado, 15 de octubre, en el que abatió tres jabalíes -entre ellos uno muy grande- en una jornada cinegética junto a varios amigos en las cercanías de la localidad de Planes (Alicante).
El cazador ha relatado que «el día empezó regular» y que «amaneció nublado y con algo de lluvia». Después del almuerzo y de repartir los puestos para cubrir el terreno lo mejor posible, los siete amigos se pusieron en marcha.
Un decepcionante inicio de jornada
«En mi puesto no hubo mucha suerte en los primeros minutos de la montería. Era un puesto feo, bastante sucio, con disparos cortos y mucha maleza. Además no había ninguna señal evidente de que hubiesen estado por allí los cochinos en mucho tiempo. Solo un antiguo paso que no estaba tocado desde hacía mucho», destaca Aliaga.
Por ello, mandó un mensaje a su padre para decirle que un día más la suerte no iba a estar de su lado. «Era el puesto más feo que me había tocado en lo que llevábamos de temporada. A lo que mi padre me contestó que no hay puesto malo o bueno hasta que no finaliza la cacería. Y así fue», exclama el joven.
Un pequeño ruido hace al joven volver a tener esperanza
Al poco rato de la suelta el cazador escuchó un pequeño ruido que subía hacia él por el viejo paso. «De repente, a unos 30 metros y en lo más sucio, pude ver una enorme mancha negra. Sin pensarlo demasiado, apreté el gatillo de mi viejo rifle Santa Barbara. El resultado fue un precioso disparo en el codillo que dejó al animal en el mismo sitio», describe el cazador. Las balas Remington Core Lock de 175 grains habían cumplido su función con este jabalí de 130 kilos y medalla de bronce.
A por el segundo: una bonita cochina
Con poco tiempo para asimilar el lance que acababa de vivir, desde el mismo sitio y precedido de una ladra con su correspondiente carrera, al joven le salió una cochina «como alma que lleva el diablo». En un abrir y cerrar de ojos, al paso entre dos matas, «pude meterla en el visor y apreté el gatillo. Continuó su marcha y la perdí entre la maleza. Me resignaba a pensar que había fallado porque el disparo había sido bastante bueno y me acerqué al lugar. A unos 25 metros, encontré restos de sangre, los seguí y 10 metros más adelante, la encontré», explica Aliaga.
Y el tercero de la jornada
Todo iba a pedir de boca cuando oyó al perrero por la emisora cantar que los perros volvían a ir de carrera. «De un momento a otro sin avisar y sin saber por dónde, salió otra buena cochina. Instintivamente me eché el rifle a la cara y apreté el gatillo justo antes de perderla tras un viejo almendro. El disparo se quedó algo trasero así que me tuve que ir a rematar con el cuchillo», explica Esteban.
Después de unos segundos de pelea tenía su tercer jabalí. «Era mi primer triplete. Aún me tiemblan las piernas solo de recordar cada lance y aunque el trofeo del macareno de 130 kilos se quedó muy cerquita del bronce con 97 puntos, lo voy a conservar y dar un lugar especial en la pared de mi casa», concluye su relato el cazador.
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