Alberto Díaz de la Rosa, un cazador de 46 años de edad natural de la localidad de Mocejón pero que actualmente vive en Borox (Toledo) y que ya fue protagonista en Jara y Sedal el pasado verano por abatir un tremendo jabalí con arco, ahora vuelve a nuestra página para contarnos cómo dio caza el pasado fin de semana a un bonito rebeco en los Picos de Europa.
«Ha sido la experiencia de caza más dura de mi vida, ya que el reto era la caza más difícil que se puede realizar en España, que es la caza del rebeco de alta montaña y encima se complicó más por la climatología ya que nos llovió, nos hizo mucho viento, mucho frío y mucha niebla», comienza relatando el cazador.
Fue un fin de semana duro «por el agotamiento físico, ya que fue una paliza las pateadas que nos pegamos con unos desniveles de subidas y bajadas de infarto y más aún como estaba el terreno de deslizante por el agua y el frío». También, según confiesa Díaz, «por no estar al 100% físicamente a causa de una lesión y recuperación larga y dura, la cual terminé solo tres días antes de realizar esta aventura», añade.
«Tuve miedo por los sitios por los que tuvimos que ir»
Fueron dos días «de gran cansancio mental de ver los animales a lo lejos y después de hacerles la entrada con la dificultad y esfuerzo que conlleva, un cambio de dirección del viento o una piedra que rueda, da al traste con todo…», relata el cazador manchego. «Debo reconocer –prosigue Alberto- que tuve varias veces miedo, por los sitios que tuvimos que cruzar, saltar y bordear con un terreno muy deslizante y unos cortados con muchísimos metros de caída, la cual por un resbalón o traspié nos hubiese costado muy, pero que muy caro», confiesa Díaz de la Rosa.
El último día de rececho y a última hora de la tarde, la suerte los visitó
El sábado estuvieron recechando todo el día y el domingo hasta la tarde lo estuvieron intentado. En ese momento y casi sin esperanza, a causa de un golpe de viento se levantó la niebla y les dio una oportunidad que aprovecharon.
«Vimos al rebeco a lo lejos y, con un disparo complicado por la larga distancia y el desnivel, hubo suerte. Fue certero y el animal no sufrió. Al ver culminado el lance tuve una subida de emociones por el sufrimiento, cansancio, frustraciones y alegría que rompí a llorar, no me lo podía creer», describe Alberto, que da las gracias a su amigo y guía de caza Julio Bernardino por la ayuda prestada.
La mejor historia de caza de esta temporada tiene un premio valorado en 1.700€ en Jara y Sedal
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