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Cazan en Alicante una hembra de jabalí que creció con un trozo de plástico en su pata

La jabalina abatida por el joven. © M. T.

El joven cazador alicantino Jaume Aparici, de 18 años de edad, abatió hace unos días una jabalina que llevaba un trozo de plástico circular incrustado en una de sus pezuñas, una rareza que el joven captó con su cámara en un vídeo que ha enviado a la redacción de Jara y Sedal.

Tal y como el joven señala, «no parecía que fuese reciente» sino que «podría llevar varios años ahí, ya que tenía la pata con una malformación» fruto de tener enganchado el plástico durante un largo tiempo en la zona, en la que la carne había seguido creciendo.

Según añade Aparici, que abatió a la hembra durante una noche de espera en las cercanías de su localidad natal de Beniarbeig -cerca de Pedreguer, en Alicante-, el objeto que llevaba la jabalina enganchado en la pezuña podría ser una parte de una goma de riego y llevar atrapada en su extremidad desde hace años, por la forma que ésta tenía.

«Fue una espera que realicé junto a un amigo. Estábamos a punto de irnos ya, porque se hacía tarde y no entraban más que animales jóvenes cuando, al ir a recoger, nos dimos cuenta de la presencia de esta hembra de unos 90 kilos de peso y le disparé, cayendo al instante», relata.

Cuando fue a verla el joven, se topó con la rareza que llevaba en su pata: «La tenía enroscada, era algo rarísimo», confiesa sobre el animal en un lance que llevó a cabo con su rifle Mauser M18 en calibre 7mm Remington Magnum.

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Otro jabalí con un extraño objeto en su pezuña

El joven rehalero alicantino Juan García Castellanos, de 21 años de edad, cazó a cuchillo durante una montería en abierto el pasado mes de febrero en la provincia de Valencia un jabalí que tenía una peculiaridad similar: en una de sus patas portaba una goma de riego que se le había quedado enganchada meses o quizás años atrás. «Iba cazando con la rehala y lo engancharon los perros, por lo que cuando fuimos a rematarlo nos encontramos con la sorpresa», afirmó entonces García a Jara y Sedal. «Lo curioso es que el animal no hacía signos raros al caminar ni nada. Andaba con total normalidad», relató.

       
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