Un joven cazador madrileño abatió hace unas semanas un viejo jabalí en espera que «tenía un colmillo arrancado y el paladar lleno de gusanos». «Olía a podrido», nos cuenta.
Redacción JyS
El cazador madrileño Diego Hernández González, de 21 años de edad y natural de la localidad de Cenicientos, abatió hace unas semanas un tremendo jabalí en espera que tenía uno de los colmillos «arrancado» de cuajo y con el paladar «lleno de gusanos». El joven ha narrado a Jara y Sedal todos los detalles de la espera en la que cazó al extraño macareno.
Todo comenzó cuando su amigo Daniel Gómez le propuso ir de espera y tratar de abatir algún jabalí «para hacer carne». En el puesto que tenía preparado «no entraba ningún jabalí, sólo marranas jóvenes», nos cuenta.
Ya en el campo, a las ocho de la tarde, el joven se colocó en el puesto junto a su amigo: «Estaba nervioso al ser la primera vez que iba a disparar en esta modalidad, y no sabía ni cómo colocarme», relata Hernández. «Fue una situación un poco peculiar, puesto que estábamos sentados debajo de un pino y yo tenía el tronco entre mis piernas, lugar donde decidí clavar ni navaja para apoyarme en ella a la hora de disparar», explica.
Al cabo de una hora aproximadamente vieron cómo algo se movía a su izquierda, a unos doscientos metros del puesto. «Al verse aún luz, mi amigo no se alarmó mucho, pero poco después vimos cómo se movían unas jaras cercanas y, de ellas, apareció un jabalí que miraba nervioso y jadeante hacia todos lados», explica Hernández. «Rápidamente, volvió a taparse en el monte, y yo me puse nervioso porque pensé que se nos había ido», añade.
Entonces, su amigo le aconsejó que se preparase, porque «era bueno» y «aparecería de nuevo». Efectivamente: a pocos metros volvió a hacer acto de presencia el animal. «Apunté lo mejor que pude, apreté el gatillo y… el marrano salió corriendo hacia el monte, tapándose. Pensaba que lo había fallado y me puse aún más nervioso, pero rápido fuimos en su busca y ahí estaba, a unos quince metros del lugar con un disparo certero en el codillo», describe aún emocionado el cazador tras llevar a cabo un lance con su rifle Krico y munición de 150 grains.
De repente, a los dos jóvenes les llegó un olor «a podrido». «Nos daba náuseas», afirma. Y la realidad es que tenía segada la zona del colmillo derecho a la altura de la encía. «En el paladar tenía un agujero tremendo, lleno de gusanos, y ahí fue cuando entendí por qué el animal jadeaba tanto», relata. «El jabalí estaba sufriendo un dolor descomunal, no podía comer: yo creo que, más que abatirlo, lo que le hice a ese animal fue darle descanso. En ese momento se me juntaron numerosas sensaciones y sentimientos que me invadieron», confiesa el joven.
Desde aquel día «supe que lo que de verdad me gusta y me apasiona es el jabalí y aunque no he tenido muchas posibilidades de ir de espera y solamente pude disfrutar de ese lance, sigo intentando y persiguiendo más momentos así», concluye el joven sobre el lance a un jabalí que probablemente no se le olvide nunca.
Caza un jabalí en espera con una rarísima jeta
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