Juan Ángel del Amo, cazador de 39 años de edad y residente en Alcalá de Henares (Madrid), abatió el pasado 16 de abril en la localidad de Yela (Guadalajara) uno de los corzos más espectaculares en lo que va de temporada en nuestro país: un gran macho con una cuerna de 12 puntas.
«Jamás olvidaré aquel día», comienza relatando el cazador a la redacción de Jara y Sedal ya que le producía «especial satisfacción» cazar en el pueblo de su padre, algo que no había podido hacer hasta el momento.
El día anterior del Amo apuraba el rececho hasta la noche: «Era el último día en ese cuartel, en el cual lo había pasado genial viendo multitud de ejemplares», asegura. En alguna ocasión Juan Ángel estuvo a punto de disparar, pero decidió respetar a animales más jóvenes esperando localizar algún otro ejemplar mejor.
El hecho de acabar tarde y sin éxito le obligó a quedarse a dormir en el pueblo para poder acudir a probar suerte al amanecer. Al día siguiente, ya en un nuevo cuartel, se levantó con «mucha ilusión», pues la zona también era «muy querenciosa para los corzos».
Un primer encuentro de infarto
Tras organizarse su compañero de cuartel y él, Juan Ángel partió por una senda custodiada por grandes árboles a los lados, al final de la cual llegó a la zona con agua donde él paraba con su padre a almorzar cuando de niño le acompañaba a cazar. Estando aún oculto entre la maleza, divisó en el claro de un camino un corzo. «No sé cómo me pudo ver, ya que había llegado sigilosamente y con el poco aire que había soplando hacia mi cara; salió corriendo al instante», explica.
Rápidamente el cazador se daba cuenta de que se trataba de un gran ejemplar: «Con serenidad avancé en dirección a su huida dando un pequeño rodeo para acceder desde un lado a donde suponía que habría llegado con su galope. Cuando llegué vi desde un lugar espeso a una hembra en el borde de un sembrado que estaba vigilando atentamente en la dirección en la que me habían visto. Allí permanecí pacientemente unos diez minutos esperando a que, con el silencio, cogiera confianza y apareciera el macho, cosa que no sucedió», explica Juan Ángel.
Cuando estaba a punto de moverse, la hembra dio un ladrido, y prácticamente a la vez, escuchó otro que procedía del sembrado. «Esperé un momento a que se girase la hembra en dirección contraria a mí para que no me viera y me la jugué a salir al sembrado y ser descubierto para poder tener contacto visual con el macho. No avancé ni diez metros, cuando vi unos cuernos. Agachado, avancé otros tres metros y planté el trípode», cuenta aún emocionado el cazador.
El gran corzo cruzaba la siembra
«Al incorporarme, ya con el seguro quitado, comprobé con el visor que se trataba del gran macho», explica Juan Ángel. «Solo veía la cabeza y una parte del cuello entre la siembra, por lo que disparar me parecía un poco arriesgado. No podía fallarlo por nada del mundo», asegura.
En ese momento el cazador optó por calcular la altura de la siembra e imaginar dónde se encontraba el cuerpo del macho. Les separaban 96 metros y decidió apretar el gatillo.
Un certero disparo
El sonido de la detonación rompió el silencio de la mañana. Juan Ángel advirtió cómo una nube de pelo se alzaba sobre la zona en la que el animal había caído al suelo. Había acertado.
«Me puse de pie y me acerqué al tiro. Comprobé que mi decisión de disparo había sido decisiva. No cabía de contento», asegura.
El cazador aprovechó el momento para hacer todas las fotos que pudo con el animal. «Se las envié a mis familiares, compañeros y amigos cazadores, a todos los cuales hago participes de este éxito, ya que de los consejos y enseñanzas de todos ellos aprendí cosas sin las cuales seguramente no habría podido llevar a cabo con acierto este lance», confiesa.
Para inmortalizar a tan fantástico ejemplar decidió hacer un esfuerzo económico y hacerlo de pecho en su taxidermista de confianza. Además, asegura que tratará de homologarlo: «Todo fue perfecto. Cuando llegué a casa mi novia me felicitó al verme tan feliz. Creo que fue un de los mejores momentos de mi vida», asegura.
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