Un joven cazador barcelonés consigue abatir un escurridizo jabalí en espera después de que el animal se la jugara durante varias noches. Un enorme macareno con unas impresionantes amoladeras que estaba arrasando un campo de garbanzos.
Redacción JyS
Adrián Fernández, de 23 años de edad, cazó hace unos meses uno de los jabalíes de su vida. Un enorme macareno con unas navajas medalla de plata que además estaba destrozando una plantación de garbanzos. Este joven cazador barcelonés ha narrado a Jara y Sedal todos los detalles de aquellas noches de espera en el coto social de la comarca catalana de Anoia.
El lance, después de varias noches de espera, tuvo lugar hace casi un año, en los inicios de mayo de 2019, «aún con las frías noches de primavera. El puesto estaba en unos campos de garbanzos recién sembrados y que los jabalíes estaban reventando noche tras noche», recuerda Adrián. «El agricultor estaba pasando un calvario, así que nos llamó y allí acudimos».
El error de la primera noche de espera
En la primera de las noches de espera los jóvenes llegaron con apenas una hora de sol. El jabalí entró cuando ya estaba cayendo la noche. «Encendimos la luz y se nos quedó mirando de frente. Con el visor pude ver su boca: era impresionante. Esperé a que se colocara de lado pero… al cargar el rifle solamente había acompañado el cerrojo y no había llegado a cerrarlo del todo, por lo que no disparó. El jabalí aprovechó mi error para salir huyendo», reconoce el joven cazador.
Lo intentaron hasta en cuatro ocasiones más en el mismo puesto y con idéntica suerte. «O el jabalí nos olía porque teníamos el viento en contra o huía al enfocarle con la linterna», explica Adrián. «Se había resabiado y a la mínima se metía de nuevo en el monte, así que cambiamos de estrategia. Nos colocamos en otros campos de garbanzos cercanos, un poco alejados del sitio exacto donde entraba, y dejamos pasar las horas. Poco después de la medianoche decidimos entrar recechando por la zona más alta», recuerda.
La noche que lograron abatir al enorme jabalí
«Era una noche oscura y tranquila en la que apenas se veía», así que decidieron encender la linterna y, al llegar al campo, ahí estaba el animal, a unos 150 metros. «Igual que sucedió las otras noches, al ver la luz echó a correr, pero no me lo pensé dos veces: le disparé de culo».
El jabalí «dio una voltereta y cayó al suelo, pero al momento se levantó y empezó a revolcarse. Levantó tanto polvo que no conseguía verlo con el visor para repetir el disparo, así que pudo bajar a unos bancales y meterse de nuevo en el monte», nos cuenta con emoción. Junto a sus amigos corrió al lugar del disparo y encontró sangre, así que decidieron pistearlo a la mañana siguiente y evitar peligros.
Siguiendo su rastro
«No había conseguido dormir en toda la noche pensando en aquel animal y en su trofeo», nos confiesa Adrián. Cuando amaneció comenzó la búsqueda. Su padre se unió a la partida, pero más allá de la sangre mañana, les acompañaba su padre, pero más allá de la sangre que habían encontrado la noche anterior no consiguieron dar con su rastro: «Era como si se lo hubiese tragado la tierra», se lamentaba Adrián.
Decidieron dividirse y buscar cada uno por un lado distinto del monte. «Barrimos toda la zona sin dar con un solo rastro, hasta que, a punto de tirar la toalla, me fijé en un romero quebrado. Se lo comenté al compañero que iba delante de mí, avanzó dos metros… y se topó de frente con el animal abatido».
«Lo primero que hice fue levantarle la boca y echarme las manos a la cabeza al ver semejante trofeo. Las amoladeras eran impresionantes». Adrián no creía lo que estaba viendo. En una medición extraoficial alcanzó la puntuación para ser medalla de plata. Después, la Junta de Homologación de Trofeos dio su dictamen: 105,42 puntos CIC.
La otra apasionante espera de Adrián Fernández en la que cazó un jabalí monstruoso: «Parecía un becerro»
También en 2019, Adrián Fernández dio caza a un colosal jabalí que finalmente fue homologado como medalla de oro tras una apasionante jornada de espera en un coto social de Cataluña. «Todo sucedió una tarde calurosa de verano, cuando con un amigo me puse de espera a unos campos de trigo donde hacían daños los jabalíes», relataba a Jara y Sedal. «Buscamos un sitio en alto desde el cual controlábamos un barranco rodeado de campos en el que creíamos que dormían los jabalíes. Al poco tiempo de llegar escuchamos que algo se movía debajo de nosotros», añade. El reto de la historia te la contamos aquí.