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Cómo conseguir un buen pájaro para la caza de la perdiz con reclamo

Perdiz roja. © Shutterstock

No podríamos decir que es una labor precisamente sencilla la de hacer un buen reclamo. Muy pocas veces en la vida se tiene la posibilidad de disponer de un buen pájaro de verdad, pero con estos consejos vamos a esclarecer mucho cómo se puede conseguir uno para la caza de perdiz.

Lo contó en su día Leopoldo del Valle Yanguas en este medio. Su abuelo Balbino, acérrimo perdigonero, tuvo la suerte de cazar en una época y circunstancias donde había pocos pajariteros y muchas perdices, muchos perdigones y mucho tiempo y sitio para cazar.

A raíz de esta historia conocemos los siguientes trucos que son esenciales para todos aquellos que quieran descubrir la forma de lograr un buen pájaro como reclamo.

Comprar un buen reclamo de perdiz roja

Lo primero que se debe hacer es mantener a nuestro reclamo de perdiz roja bien alimentado y bien cuidado durante todo el año, fuerte y vivaz. Antes de comprar un pájaro de granja, nos fijaremos en que muestre un carácter despierto y enérgico, con colores vivos y figura estilizada; el que destaque sobre los demás por ocupar la mejor posición del corral, como pudiera ser el alto de una fuente, marcando y defendiendo su posición. Dentro de la jaula debe reunir características muy diversas y difíciles de aunar en un mismo pájaro.

Tendrá que ser avispado, noble y a la vez peleón y mostrar claras intenciones de darnos un picotazo si le tentamos suavemente con el dedo, queriendo ganar la batalla sin llegar a espantarse ni saltar. En el caso de los reclamos que se alteran mucho en la jaula y que empiezan a revolverse a la primera de cambio, estos no suelen hacer carrera de su condición. Es por dicho motivo que hay quienes prefieren al pájaro de granja que al de campo. Estos son más dóciles y afables con su dueño, pero deberán demostrar sus virtudes en el repostero.

Al igual que nos pasa a las personas, los perdigones tienen sus días. Antes de salir al alba en el pueblo o en el cortijo, nos fijaremos en el pájaro que mejor esté, en el que más cante y en el que parezca que más ganas tenga de salir al campo. Esto lo acompañaremos de unos chasqueos con los dedos le colocaremos sin espantarlo la alfombrilla de esparto y lo cubriremos suavemente con la caperuza.

En cuanto al puesto de alba, este es muy bueno para probar los pollos. Suele decirse que en el alba canta todo el campo y, aunque las perdices no se corran bien, comprobaremos sus dotes e intenciones al estar presente en tan apabullante jolgorio. Es por todo ello que no está de más llevarse un par de pollos al puesto de alba para probarlos, más en estos tiempos que tan rigurosamente tenemos marcado el escaso calendario reclamista.

Hacernos invisibles

Gracias a este chasqueo nos alejaremos y meteremos en el puesto despacito, sin hacer ruido y cubriéndonos bien. El pájaro, por sí mismo, debe saber que estamos allí. De una forma o de otra, en función de los celos que tenga, de lo encelado que esté y de cómo se alborote y responda el campo, nuestro compañero comenzará su función. En el caso de que tenga experiencia, lo hará despacito y por lo bajo, tanteando por si hubiera una collera cerca de su territorio, sin escandalizarse ante el posible alboroto y templando su celo con un cuchicheo martilleante y pausado para, seguidamente, y si no obtiene respuesta alguna, alzar su presencia con jácaras de buche o canto de cañón como también se conoce, prosiguiendo con un despliegue de cantos, mientras más variado mejor, haciendo gala de sus recursos.

Cuando esto nos lo hace un pollo, es una buenísima señal y por nada del mundo lo desecharemos, aguantándolo como mínimo hasta el tercer celo. Así lo asegura el refrán el refrán: «El primero canta, el segundo espanta y el tercero mata». Por el contrario, si empieza muy fuerte y sin escuchar la sierra, espantará a las colleras cercanas y no entrarán al trapo. Por su lado, la jaula debe guardar un equilibrio con el campo, jugando a un tira y afloja hasta traérselo a la plaza.

Entender qué te dice

Para esta modalidad de caza el oído es imprescindible y conocer a nuestro pájaro, fundamental. Si observamos que de pronto baja el tono, o parezca que está callado pero se le vea inquieto, aún sin nosotros verlas, las perdices están ahí.

Estando ante tal situación nuestros movimientos serán ralentizados, cautos y calmados, acercándonos suavemente la culata al hombro para estar preparados, evitando en todo momento que se nos vea el blanco de las manos por la tronera.

Si es una collera, primero entrará el macho. Lo puede hacer de muchas maneras, pero siempre nuestra actitud será la misma, quietos como una estatua. De forma paciente y mordiéndonos la lengua esperaremos a que la hembra entre en plaza, dándole tiempo a la jaula para que pelee por la hembra, citando al macho por piñones y mostrándose por encima pero no dominador, a la vez cautivando a la serrana.

Optaremos por tirar al ejemplar con el que esté el reclamo, si bien si es en ese caso con la hembra, esto facilitará la labor de hacerlo después con el macho.

Reconocer su trabajo

Si se ha dado el caso de haber disparado a la hembra primero, en el momento en el que entre de nuevo el macho procederemos de igual manera, aguantándolo para que la jaula se empape bien de monte. Si vemos que todo lo hacemos bien, nuestro reclamo se quedará en el tiro, haciendo su correspondiente canto de entierro y viniéndose arriba por haber ganado la dura batalla.

Cuando nos levantemos del puesto, ya con la escopeta descargada, chasquearemos de nuevo los dedos y le alentaremos bajito unas palabras en reconocimiento a su buen trabajo. Tras ello, lo pondremos en el suelo, junto a la collera pechuga abajo, regocijándose en su triunfo y chasqueándole.

Esto, sin duda, nos lo agradecerá nuestro aliado. Al mismo tiempo, anotaremos en una libretilla las incidencias del puesto, dando parte de cada pájaro y de cada postura para en un futuro prever cual irá mejor para cada tipo de puesto.


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Después de un breve tiempo, tranquilamente lo enfundaremos. Entonces, volveremos a analizar el puesto que nos ha dado, si hemos errado en algo y cómo se ha comportado el pájaro. Dependiendo de cómo se haya movido la sierra, tendremos idea de cuál será el mejor puesto de 11.

Por último, ya en el cortijo, y si tenemos la fortuna de cazar entre amigos, disfrutaremos escuchando los vaivenes de las posturas de los compañeros, sus éxitos o desfortunas, fijándonos de reojo en qué pájaro sacaremos al puesto de sol, picándole algo de verde al de alba tras quitarle el esparto y compartiendo el placer de contar nuestras vivencias, augurios y esperanzas en familia, que es, en esencia, lo que mide el éxito de esta caza.

       
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