Aunque probablemente sepas mucho de uno de los cérvidos que más pasiones levanta entre los cazadores de nuestro país, recopilamos a continuación nueve cuestiones que muchos se han preguntado alguna vez y para las que existe una interesante respuesta.

¿Por qué hay más corzos en el norte?

El corzo, como otros cérvidos, presenta una dinámica poblacional que varía a lo largo del año, del territorio y multitud de factores, incluido el propio ciclo reproductivo de la especie descrito anteriormente. Entre estos factores destacan la disponibilidad de agua y alimento, las condiciones climáticas, la situación geográfica, la topografía, la presión de depredación, la presencia de competidores entre los que se incluyen el tamaño de la propia población de corzos en la zona o la presencia de otras especies como el ciervo, y las enfermedades.

La variabilidad de las densidades a lo largo de su área de distribución parece responder, fundamentalmente, al tipo de hábitat, como ya hemos apuntado, si bien podríamos añadir un segundo parámetro relacionado con la latitud. De esta manera, en España las mayores densidades, que pueden superar los 10-12 ejemplares por kilómetro cuadrado e incluso alcanzar los 20, se encuentran en el norte peninsular, en entornos forestales principalmente de hayedos y robledales de altitud elevada. Por otra parte, las poblaciones del sur, vinculadas a entornos más abiertos de bosque mediterráneo, raramente superan los 8-10 ejemplares por kilómetros cuadrado, con medias inferiores a cinco. Resulta llamativo además comprobar que su esperanza de vida, por tratarse de una especie presa y, sobre todo, por la presión cinegética a la que está sometido, no supera los cuatro o cinco años de media, especialmente en el caso de los machos, mientras que las hembras podrían alcanzar los 10-12, si bien en condiciones naturales los ejemplares podrían incluso llegar a los 18.

¿Cómo debemos enfocar su gestión?

Estos aspectos biológicos resultan de especial interés desde un punto de vista de gestión, puesto que la capacidad de carga puede ser modulada parcialmente con medidas orientadas a mejorar la calidad del hábitat, principalmente en lo que respecta a asegurar la presencia de agua y alimento de calidad.

¿Cómo marca sus territorios?

© Shutterstock

Es otro de los comportamientos más llamativos, especialmente en el caso de los machos, mucho más acusado durante la época de celo. Puede hacerlo de dos tipos: mediante marcas en la vegetación y en el terreno con descortezados en troncos de árboles, mordiscos o escarbaduras entre otros, visibles para otros congéneres y con efecto disuasorio ante la ocupación territorial de un entorno ya utilizado por otro ejemplar; o mediante marcajes de carácter olfativo, realizados por los machos al frotar su frente contra diferentes superficies vegetales, fundamentalmente troncos, sobre los que impregnan el olor procedente de una glándula frontal que secreta una hormona específica. Destaca además la presencia de los denominados pelaos o pelados, entornos en los que la intensa actividad de marcaje hace que sea muy evidente la ausencia de vegetación. Se trata de áreas de superficie reducida ubicadas en los puntos centrales del territorio de los machos, especialmente durante la reproducción, cuando el marcaje y defensa del territorio son más evidentes.

¿Cuál es el tamaño de sus dominios?

El tamaño de este territorio es variable y dependerá fundamentalmente de la calidad del hábitat, la presencia humana o la presión de depredación entre otros. La bibliografía científica describe tamaños medios no superiores a 25 o 30 hectáreas, que son defendidos frente a otros congéneres especialmente en el caso de los machos durante el periodo reproductivo. Resulta llamativo además algunos estudios apuntan a que este territorio puede verse reducido incluso a tamaños inferiores, de no más de 10 a 12 hectáreas, principalmente en poblaciones centroeuropeas con altas densidades. En torno a este territorio central, los movimientos de los machos se realizan en áreas de campeo cuya superficie varía entre unas 400 hectáreas durante el verano y menos de 200 durante el invierno. 

¿Permanecen siempre en el mismo territorio?

Ya hemos dicho que los corzos son territoriales y, preferentemente, solitarios, de manera que una vez que ocupan un entorno tratarán de mantenerlo durante toda su vida, especialmente durante la época reproductiva. Así, es posible observar la evolución de un mismo ejemplar temporada tras temporada en el mismo lugar. Con la paciencia suficiente podremos planificar su caza en el momento idóneo en cuanto a la calidad de su trofeo, habiendo permitido, además, cuando se trata de ejemplares de calidad, que hayan contribuido a perpetuar la especie en las temporadas previas. Esto mismo es aplicable a ejemplares selectivos o defectuosos, que pueden ser eliminados tras uno o dos años observando su evolución.

¿Cuándo se ve obligado a abandonar sus territorios?

Conviene destacar que, mientras que en las poblaciones que ocupan hábitat con climas suaves no se aprecian apenas desplazamientos a lo largo del año, en el caso de aquellas que se encuentran en entornos de climas más extremos se observan movimientos relacionados principalmente con la nieve, de manera que ocuparán entornos de mayor altitud en los meses más benignos, bajando a zonas de valle cuando las condiciones son más adversas. Este factor condiciona la territorialidad, haciendo que se vean obligados a mantener una mayor tolerancia en los meses de invierno para defender de nuevo sus territorios durante la época de reproducción. Además, resulta especialmente notable su sensibilidad a la ausencia del agua como un elemento estratégico para asegurar su presencia en un acotado.

¿Por qué se mueve tanto?

Estamos ante un animal que cuenta además con un estómago relativamente pequeño si lo comparamos con otros ungulados silvestres, lo que le obliga a ingerir poca cantidad en cada ingesta. Así, se alimenta durante varias veces al día, lo que condiciona notablemente su comportamiento, buscando continuamente el consumo constante de brotes tiernos y con el menor contenido de fibra posible. Sin embargo, diversos estudios apuntan a que aguanta mejor los rigores del invierno que otros cérvidos, pudiendo aprovechar recursos alimenticios de bajísima calidad en los momentos más duros.

¿Un animal sociable o solitario?

corzos peleando
Dos corzos miden sus fuerzas. © Shutterstock

La organización social del corzo también resulta llamativa si la comparamos con otras especies cercanas. A diferencia de otros cérvidos, nos encontramos ante animales habitualmente solitarios u organizados en pequeños grupos familiares formados por la hembra con las crías del año. Este aspecto parece relacionarse de nuevo, en términos evolutivos, con su condición de especie presa, de manera que le permite mantener mejor respuesta a la depredación. 

¿Cómo fijarlos en nuestro coto?

 Es evidente tener en cuenta las necesidades de la especie para poder asegurar su presencia y mejorar la calidad de las poblaciones. Tratar de garantizar la presencia de agua y alimento de calidad son las claves principales para evitar que los corzos abandonen nuestro coto y que su número disminuya. Así, la disponibilidad de alimento durante la primavera y el verano determina la distribución y densidad en un territorio, siendo momentos claves de gestión. Otro punto crítico, no siempre bien considerado, es la tranquilidad. Existe una notable correlación negativa, superior a lo que sucede en otras especies de cérvidos, entre la actividad humana y la presencia de corzos, de manera que cuanto mayores sean las molestias mayor riesgo existirá de que un territorio sea abandonado.