israel hernandezEl disfemismo es una forma de describir la realidad empleando términos o expresiones con un claro sentido peyorativo con el objetivo de denigrar el hecho referido. Es lo contrario al eufemismo. Una fórmula lingüística empleada por aquellos comunicadores que quieren influir negativamente en la percepción que el receptor tiene sobre aquello de lo que está hablando. Su uso forma parte de la estratagema de comunicación y el discurso de odio que el sector animalista utiliza en la guerra mediática contra aquellas actividades señaladas por su dedo prohibicionista. ¿El objetivo? Conseguir que sea adoptado por los medios de comunicación y se introduzca en el diccionario del periodista.  
Ejemplos encontramos casi a diario en la prensa generalista. La Sexta, por ejemplo, o El Periódico, hablan a menudo de asesinar en aquellas noticias en las que se refieren a la acción de cazar. Aunque la RAE establezca que «asesinar» sea «matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa» y «alguien» sea un pronombre indefinido que se utiliza única y exclusivamente para referirse a personas. No debe sorprender que un movimiento tan extremista como el animalismo utilice tácticas de comunicación sobre las que otros como ellos sentaron cátedra hace décadas. No es ningún secreto que los postulados de Joseph Paul Goebbels, el que fuera ministro de Instrucción Pública y Propaganda de Hitler, son empleados a diario desde los grupos y formaciones políticas animalistas, que a la hora de describirse a sí mismas emplean el eufemístico «activismo por los derechos de los animales». Lo que sobrecoge es la facilidad con la que determinados medios de comunicación o periodistas abrazan su nada inocente jerga.
La historia está llena de ejemplos en los que gobiernos, grupos terroristas o simples partidos políticos intentan que determinadas expresiones o conceptos entren en el circuito de los grandes medios de comunicación a sabiendas de que su presencia les ayuda a manipular la percepción colectiva a favor de su causa. Así, en el caso que nos ocupa, la caza, hay expresiones como «cazar por diversión» o «matar por placer» que se repiten a la saciedad para desnaturalizar algo tan natural e intrínseco a cualquier animal depredador como es la acción de cazar.
Pero quizá uno de los mayores goles del animalismo al rigor periodístico español sea la expresión «cazador furtivo». Y digo español porque, como hoy hemos podido ver con la noticia de los furtivos devorados por leones, la prensa internacional no ha caído en la trampa. Se es cazador, o se es furtivo, pero no ambas cosas. El cazador caza dentro de la legalidad, el furtivo mata animales fuera de ella. Por tanto no caza, furtivea. Por eso, el hecho de incluir el término «cazador» en un titular que siempre va acompañado de un hecho delictivo es un éxito animalista que ayuda a criminalizar al cazador a ojos de la sociedad general. Porque ambos conceptos se asimilan como idénticos. El País, La Vanguardia, ABC, la agencia EFE… absolutamente todos ellos utilizan esta nada inocente dialéctica perfectamente diseñada por los grupos radicales. 
Por suerte o por desgracia esta realidad queda recluida a nuestras fronteras. Fuera de España la influencia animalista no atraviesa el código deontológico de la mayor parte de los grandes medios de comunicación internacionales, que no hablan de hunters, sino de poachers (furtivos en inglés). Hoy podíamos verlo este ejemplo en la noticia de los leones devorados en todos los grandes medios en inglés: The New York Times, la BBC, el The Washington Post. Hasta el Daily Mail hablaba con rigor. Pero este contraste entre la forma con la que la prensa española trata la caza frente a la extranjera alcanza el mejor ejemplo en el The Huffington Post, que en su versión americana se refería a los poachers mientras la española cambiaba el titular para hablar de «cazadores furtivos». Hasta la Real Federación Española de Caza llamó la atención sobre este error generalizado en su cuenta de tuiter.
Empecemos a llamar a las cosas por su nombre. Al cazador, cazador. Y al furtivo, furtivo. A nadie le gustan los disfemismos. Como juntaletras, por ejemplo.