La primera lección que todo cachorro debe aprender es reconocer su nombre. Pero, como sucede con la receta del conejo al ajillo, primero hay que cazar al conejo: tienes que encontrar el nombre perfecto. Es la parte difícil. Esa palabra será parte activa de tu vida por lo menos 13 o 14 años, y lo repetirás aproximadamente un millón de veces, así que es una decisión que debes meditar a conciencia.

No será sólo un nombre, sino una orden cuyo significado es: «¡Eh, tú, perro! ¡Sí, te digo a ti! ¡Te estoy hablando! ¡Presta atención!». Todas esas directrices concentradas en una simple palabra. Por eso debe ser corto, contundente y fácil de pronunciar. Lo ideal es que sean monosílabos o bisílabos, con vocales graves, que serán menos sonoras cuando tengas que nombrarlo en mitad de una cacería en la que la discrección y el silencio siempre son necesarios. Los fonemas ‘k’ y ‘t’ son contundentes y te ayudarán a atraer su atención: Taco, Kiko, Coco, Thor…

Evita aquellos que rimen o se parezcan a otros. El año pasado fui de cacería con un amigo y sus pointers, preciosos, bien educados y con una afición tremenda. Una solía cazar cerca de las escopetas, sin separarse mucho, la otra correteaba larga con la nariz a media altura… pero cuando mi amigo llamaba a una acudían las dos, estropeando la mano. Y es que Nala y Bala se parecen demasiado…

No permitas que tus hijos decidan el nombre

Otra cuestión importante es no permitir que sean tus hijos pequeños o tus familiares quienes decidan su nombre. Recuerdo a mi amigo Íñigo ponerse colorado como un tomate cuando en los amaneceres pateros más duros tenía que llamar a su labradora, Barbie.En casa tuvimos durante 13 años a una labradora chocolate llamada Nika en honor a una concursante de Operación Triunfo, muy del gusto de mi tío Carlos. Al menos, llevaba una  ‘k’.

Otra fuente de inspiración son los famosos a quienes admiras, pero piensa siempre a largo plazo. Que se lo digan si no a mi amigo Fernando, culé convencido, que bautizó a su springer como Figo. El perro era igual que el crack portugués: rápido, atrevido y con mucha calidad, pero tras su fichaje por el Real Madrid la relación entre perro y cazador nunca fue la misma.

Por último, están las marcas: más de una vez he escuchado en el campo a alguien llamar a gritos a su Mauser, Blaser Sako. Al menos, le aportan un carácter cinegético.