María Moreno cabeceraMaría Moreno – 28/03/2016 –
NO HAY MAYOR ECOLOGISTA QUE UN VERDADERO CAZADOR 
Mi pelo se moldea al son de ese viento que provoca una preciosa melodía al entrelazarse con las ramas de los pinos. Ese diamante que brilla en el cielo, ilumina todos y cada uno de los recovecos que componen ese precioso paraíso en el que me encuentro, dibujando a su vez, la silueta de hermosos montes que se vislumbran en la distancia y haciendo que el cañón de mi fiel compañero, radie de felicidad por estar de nuevo en las andadas.
Observo con atención el ajetreo de la civilización desde el epicentro del silencio, desde donde una hora pasa en un segundo, desde donde soy presa de un amor eterno, donde observo el movimiento de la vida sumida en un sueño, donde poder dejar la mente abierta e intentar comprender el sentido del mundo.
Los animales han comenzado ya su procesión de cada noche, es su preciado momento, son libres y están en su valioso paraíso. Que preciosa postal.
Mientras disfruto de lo que la naturaleza me brinda, me propongo comprender los pensamientos de aquellos que critican al colectivo cazador, haciéndose llamar ecologistas. Para ello, intento ponerme en su lugar, ver la vida con sus ojos, sentir lo que su corazón les grita en cada pálpito. Intento comprender el porqué de su desacuerdo hacia nuestra afición, a la vez que vigilo, como el búho desde su cobijo, todos los movimientos que despiertan mi atención.
Miles de ideas son las que ocupan mi cabeza, cientos de explicaciones y un sin fin de posibilidades de respuesta, pero no consigo comprender del todo sus ideas, no consigo entrar en razón.
Me coloco bien el gorro del abrigo para que mi cara no reluzca a la luz de la luna, y así pasar desapercibida si algún atrevido jabalí decide compartir conmigo la melodía que las ranas ofrecen con su croar.
Esta es mi vida, esto es lo que me caracteriza, esto es por lo que amo el campo, por lo que cuido como si oro fuese, todos y cada uno de los rincones que, en su conjunto, forman la naturaleza. ¿Cómo alguien puede criticar un sentimiento, un estilo de vida o una forma de ser?.
El silencio sigue adornado por el resquebrajar del monte al pasar algún conejo entre los espartos o un hambriento zorro que aún no ha encontrado su cena. Pero yo aún no he encontrado respuesta para la cuestión de esta noche.
Intento hacer balance de mis acciones, para intentar concluir algo antes de que la luna decida volver a su encame, pero sigo con esa duda en mi cabeza.
Me gustaría que una de esas personas que critican mi afición, me acompañasen en los largos paseos que alguna que otra tarde decido regalarme para ver si todo anda en orden por ese tesoro de la tierra. Me gustaría que en un año de sequía y hambruna, me acompañasen a acercar elementos tan primarios y esenciales como son el agua y la comida para que los animales no sufran lo que los humanos estamos haciéndole al medio. Me gustaría que estuviesen sentados aquí a mi lado, gozando de todos y cada uno de los sonidos que rompen el silencio, de ver como los animales se regocijan con el frescor de la noche. Me gustaría que ellos viesen el sentido de la vida a partir de ese punto, teniendo en cuenta que el hombre lleva cazando desde el desde tiempos inmemoriales. Me gustaría que viesen lo que una hembra de jabalí es capaz de hacer para proteger a sus jabatos, como yo tantas noches he visto y admirado. Me gustaría que ellos permanecieran inmóviles, con el corazón desbocado y manteniendo la respiración, cuando un intrépido jabalí intenta descubrir su presencia buscando el sentido del viento y advirtiendo con sus bufidos de algo sospechoso en su zona. Me gustaría que ellos le tuviesen tanto respeto a esos animales al ocupar su territorio, que comiesen carne pura o que se rasgasen la piel al patear el campo con la camiseta llena de sudor,-¿Quién más puede decir eso?, con una sonrisa en la boca a la vez.
Me gustaría simplemente, que me acompañasen en mí día a día y así puedan ver lo que para mí es ser cazadora.
 
María Moreno
Dicen que los niños vienen con un pan bajo el brazo pero yo vine con un 30.06 colgado al hombro. Y a punto estoy de apretar el gatillo en el rececho más largo de mi vida, con el precioso lance de ser llamada “profesora”.