Tanto en la perrera como en el campo hay que estar preparados para poder asistir a nuestros canes en caso de accidentes y lesiones. En las siguientes líneas te contamos todo lo que necesitas para llevar a cabo los primeros auxilios.
9/8/2018 | Juan J. García Estévez / Veterinario

Mejor pienso para perros
Pointer durante una jornada de caza. / Shutterstock

Las lesiones y accidentes de nuestros perros son los imprevistos más frecuentes que se dan durante la práctica de la actividad cinegética o en la misma perrera. Por ello, es conveniente disponer siempre de algunos utensilios de primeros auxilios en un pequeño botiquín que no estaría de más portar en nuestras incursiones en el campo: puede resultar útil para los perros y sus dueños, puesto que la mayoría de los vendajes y medicinas son válidas tanto para animales como para personas. Si disponemos de una perrera con cierto número de animales hay determinados productos de los que no nos podemos separar. Los más básicos y generales son los siguientes:
◗ Desinfectantes y antibióticos tópicos: con frecuencia, los perros se cortan, se muerden entre sí… Los desinfectantes más utilizados son una solución yodada –como por ejemplo el que se comercializa bajo la marca Betadine– y agua oxigenada. Si además disponemos de un spray para proteger y cicatrizar heridas –por ejemplo de polvo de aluminio– podremos solucionar la mayoría de las lesiones.
◗ Gasas, vendas, algodón y esparadrapo son otros de los elementos básicos de un botiquín. No hay que olvidar los guantes desechables de látex, imprescindibles para mantener un mínimo de higiene tanto de cara al ‘paciente’ como hacia el que ejerce de ‘sanitario’. Un termómetro nos servirá para tomar la temperatura si vemos síntomas de que un perro podría estar enfermo. Jeringuilla y agujas también nos serán útiles.
◗ Muchos perros no se dejan curar con facilidad, por lo que también es bueno tener a mano un bozal, así como los útiles collares isabelinos que evitan que los perros se laman o muerdan las heridas.
Además de estos utensilios básicos debemos completar nuestro botiquín con una serie de medicamentos que emplearemos siempre bajo la supervisión de un veterinario. Hay productos que se utilizarán de manera sistemática y rutinaria, como por ejemplo los antiparasitarios, tanto externos como internos. Otros, más específicos, nos ayudarán a tratar problemas particulares de nuestra perrera o de un paciente concreto.
No podemos olvidarnos de vigilar el almacenamiento de estos medicamentos: hay que evitar los cambios bruscos de temperatura y, especialmente, exponerlos a temperaturas altas o a la acción directa del sol, mientras que otros requerirán que los conservemos en frío. Por último, deberemos revisar periódicamente sus fechas de caducidad.

Botiquín para perros de caza mayor y de madriguera

Botiquín del perro de caza
Foto: Juan J. García Estévez

◗ Instrumental de sutura: porta-agujas, pinzas, mosquitos, tijera y bisturí.
◗ Anestésico local.
◗ Suturas de diferentes tipos –reabsorbibles y no reabsorbibles–.

Un botiquín para salir al campo

El botiquín que llevemos a nuestras jornadas de caza debe incluir prácticamente lo mismo que el de la perrera, pero intentando reducir su volumen para que no ocupe demasiado y vigilando las altas temperaturas que, sobre todo en verano, se alcanzan en el interior de los automóviles y que podrían dañar nuestros medicamentos. Desinfectantes, gasas, vendajes y guantes son básicos, a lo que hay que añadir cinta aislante o cinta americana –fuerte y flexible–, que suele resultar de gran utilidad si necesitamos hacer un vendaje de campo para que el perro pueda seguir cazando –por ejemplo, cuando se corta en una almohadilla–.
Si salimos al campo a finales de invierno, primavera y verano es importante ir bien provistos de productos específicos para las picaduras de insectos y serpientes. De marzo a junio los bosques de pinos y sus cercanías están transitados por las orugas de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pinivora), que bien por contacto o por la dispersión en el aire de sus pelos urticantes pueden provocar importantes reacciones alérgicas tanto en los perros como en las personas. Además, también existen en nuestro país cuatro especies distintas de víboras, todas ellas dotadas de potentes venenos de carácter homotóxico. En caso de un ‘desencuentro’ con alguno de estos animales, un corticoide o un antihistamínico ayudará a nuestro perro antes de llevarlo urgentemente al veterinario; incluso nuestra intervención puede salvarle la vida si es de tamaño pequeño y la cantidad de tóxico con el que ha entrado en contacto no ha sido grande.
Existen tipos de caza que exigirán llenar nuestro botiquín con productos más específicos. En la modalidad de caza mayor y para los perros utilizados en la caza de madriguera será imprescindible contar con un botiquín con el equipo anteriormente citado al que habrá que añadir todos los útiles necesarios para realizar suturas. Pinzas, tijeras e hilos de sutura son básicos y es necesario tener cierta experiencia en coser heridas. Los veterinarios están abiertos a enseñar a los perreros los conocimientos básicos para desinfectar una herida, cómo deben suturarla en capas haciendo coincidir cada tejido o el tipo de ‘cosido’ que se debe realizar dependiendo del tipo de herida, así como la forma de hacer los nudos. Los rehaleros y sabueseros suelen llevar este tipo de material en la mochila, pues en muchas ocasiones tienen que asistir de urgencia a sus perros en el mismo campo.

Botiquín básico

◗ Desinfectante: yodo y agua oxigenada.
◗ Vendas, gasas y esparadrapo.
◗ Guantes.
◗ Jeringuillas y agujas.
◗ Bozal y collar isabelino.
◗ Medicinas útiles –antiparasitarios, corticoides, antibióticos…–.

Un anestésico para evitar el dolor

Aunque los perros de montería y madriguera son animales muy recios y se suelen mostrar especialmente insensibles al dolor, es muy importante incluir en nuestro botiquín un anestésico local para intentar minimizar el dolor y estrés que éstos soportan cuando tras un encuentro con un jabalí tienen que ser cosidos. Existe una implicación moral en el manejo de un animal herido por la que debemos procurar que sufra lo menos posible, pero también hay una justificación de carácter ‘técnico’: cuanto más sufra un animal peor será su respuesta orgánica, por lo que las heridas necesitarán más tiempo para cicatrizar y seguramente surjan algunas complicaciones.