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Laureano de las Cuevas – 9/6/2017 –
Solamente a alguien que “toca de oído” se le ocurriría atribuir un carácter despectivo o negativo a la figura de un caballo. Pero desgraciadamente esto suele ser excesivamente frecuente en el mundo ecologista, animalista y vegano. Y como una prueba más, no solo de su desidia en el conocimiento “veraz” del medio natural, sino de su inexistente curiosidad o necesidad de conocimiento sobre este y la historia que sobre el acontece; la creación del  “Premio Caballo de Atila”, por Ecologistas en Acción.
Coincidiendo con el “Día Mundial del Medio Ambiente”,  Ecologistas en Acción ha tenido a bien otorgar el Premio Caballo de Atila 2017 ”para el lobby cinegético de este país. Por seguir insistiendo en imponer la caza ante otras actividades económicas y lúdicas en el medio natural. Por pretender que la caza se enseñe en los colegios. Por seguir fomentando modalidades de caza con graves impactos ambientales, éticos y sociales (como los lazos y las cajas trampa para el control de predadores). Y finalmente, por presionar al Congreso de los Diputados para que otorgue a los cazadores la distinción de conservadores de la naturaleza». ¡Toma del frasco, Carrasco!
Lo cierto es que a mí, personalmente, me llena de orgullo pertenecer a ese colectivo de cazadores, y he de agradecer profundamente la concesión de este “Premio” como reconocimiento de una ingente labor, como bien ellos dicen: ‘Que fortalece la economía del rural como actividad lúdica’. La pretensión de mostrar la realidad de la caza y el medio natural tan alejada de esa visión farisea y falaz que pretende mostrar el mundo ecoanimalista. Seguir fomentando modalidades de caza que generan grandes y positivos impactos, éticos y sociales y que ayudan al bienestar del rural y las especies que lo pueblan, por ejemplo, con el control de predadores. Ya lo de “presionar al Congreso de los Diputados” para que otorguen a los cazadores la “distinción” de conservadores de la naturaleza me parece un poco excesivo, pues creo que los cazadores, como conservadores de hecho de la naturaleza, no necesitamos “distinción alguna”, los cazadores no necesitamos el oropel del título y la distinción, nos conformamos con las puestas del sol y el arrullo de los montes. Bueno, y  algún doblete de vez en cuando…
El que el premio se denomine “Caballo de Atila” me llena aún más si cabe de orgullo, pues Othar, que así se llamaba ese caballo, cruzó Eurasia y Europa consagrando su vida a un solo amo, Atila, quién nunca adornó su caballo, pues para los Hunos los equinos eran considerados uno de sus tres animales sagrados. Por tanto era una ofensa cargarlo con adornos y colgajos. Además, los Hunos consideraban que este era una prolongación de su ser, su otra mitad. De hecho, fue gracias a los caballos que los Hunos lograron tener uno de los más grandes imperios de la historia durante casi ochenta años. La comunión entre el hombre y el animal ha de ser considerada como uno de los más bellos ejemplos de la inequívoca interdependencia del nombre y la naturaleza.
Probablemente, el ecologista que denominó ”Caballo de Atila” a este Premio no tenía ni la más remota idea de que “Othar” no era un caballo “al uso” (Equus ferus caballus), era un “tarpán” (Equus ferus ferus), una subespecie ya extinguida del también conocido como caballo salvaje euroasiático. El tarpán Othar, “Caballo de Atila”, era un caballo de talla baja, pequeño, resistente y de gran maniobrabilidad, que confería a su jinetes, una gran ventaja táctica. De hecho, gracias a los caballos como Othar los Hunos lograron tener uno de los más grandes imperios de la historia durante casi ochenta años. Sin duda, ese ecologista (por su altanera ignorancia), se dejó encandilar por esa vieja frase que decía que “por donde pisaba el caballo de Atila, no volvía a crecer la hierba”. Y como frase es cierta; pero era la hierba de los grandes esclavistas, de las grandes posesiones, de las grandes haciendas romanas, del yugo del opresor. Ese ecologista que ha puesto nombre tan noble a ese premio, ha confundido (como siempre) el culo con las témporas, y confundido la destrucción, con la libertad. Con la felicidad.
La humanidad debe su existencia al caballo, igual que se la debe al cazador.
Gracias de nuevo EA, por equipararme a ese noble équido, a Othar. Pero sinceramente no siento como cazador, ser merecedor de tamaño reconocimiento, solo por hacer lo que es propio de mi ser: disfrutar de la naturaleza, regocijarme y hallar en ella la felicidad. Asegurando con mis acciones su mejora y conservación; procurando dejar una mejor herencia para los que me precedan.
Ah, por cierto, “lo del pero del hortelano”; ceo que no merece mayor explicación……
Pero como siempre, esta es tan solo mi opinión. Y como tal. Equivocada.